JAPÓN: Kawashima; H. Sakai, Makino, Yoshida, Nagatomo; G. Sakai, Shibasaki, Yamaguchi, Usami (Inui 65′); Okazaki (Osako 47′), Muto (Hasebe 82′).
POLONIA: Fabianski; Bereszynski, Glik, Bednarek, Jędrzejczyk; Krychowiak, Goralski; Grosicki, Zielinski (Teodorczyk 79′), Kurzawa (Peszko 80′); Lewandowski.
Ocho años después, Japón se ha clasificado a los octavos de final de la Copa del Mundo, aunque sufrió más de lo esperado para conseguirlo. En un compromiso en el que los de Nishino llegaban con la moral más que alta tras haber conseguido un grandioso triunfo ante Colombia en la primera fecha y un más que meritorio empate ante la Senegal de Aliou Cissé, enfrentaban a una Polonia ya eliminada, y que tras su impresionante Eurocopa en la que alcanzaron los cuartos de final y su extraordinaria fase de clasificación para este mundial, han ofrecido un funcionamiento individual y colectivo muy por debajo de lo esperado, y no han sido capaces de reafirmar las buenas sensaciones dejadas en los últimos años, aunque han terminado por culminar su participación en la máxima cita futbolística con un triunfo que, si bien de poco sirve, estuvo a nada de dejar fuera a Japón, de no ser por el Fair Play deportivo.
Nishino decidió realizar seis modificaciones con respecto a los dos compromisos anteriores y cambió su 4-2-3-1 habitual por un 4-4-2 que fuera capaz de contrarrestar el juego directo y de contacto de los polacos, y en un comienzo le estaba resultando, pues durante la primera mitad Japón se hizo con el dominio del esférico, realizó algunas triangulaciones y transiciones interesantes y el delantero centro Yoshinori Muto junto con el siempre fiable segunda punta Shinji Okazaki tuvieron las chances más claras, se asociaron de gran forma con Usami y Gotoku Sakai, los volantes de banda, quienes a su vez eran bien secundados por un Shibasaki que ofrecía una salida limpia y depurada desde la mitad de cancha y que activaba a los laterales Sakai y Nagatomo, sobre todo a este último. Sin embargo, y pese a que los nipones habían inquietado la portería de un portentoso Fabianski, la oportunidad más clara del primer tiempo terminó siendo para los de Nawalka, con un cabezazo bien direccionado y potente de Grosicki que sacaría con una reacción felina Kawashima, realizando una de las mejores atajadas en lo que va del mundial.
Se esperaba que en la segunda parte apareciera la paciencia, mesura y cabeza fría que Japón sí había tenido en sus dos juegos anteriores, pero no fue así, de hecho aparecieron los fantasmas del 2014, el cúmulo de dudas que tenían previo a este mundial y la incertidumbre máxima. Los japoneses se comenzaron a mostrar imprecisos por bajo y por alto, Osako ingresó por un lesionado Okazaki pero no mostró el mismo juego de lectura, la misma capacidad asociativa y el juego entre líneas que sí había producido en choques anteriores, mientras que Polonia con un bloque compacto comprimía bien los espacios, y conforme avanzaron los minutos tomaron confianza y se lanzaron en busca de un gol que les diera la victoria. A los 59′ lo encontrarían por medio de un tiro libre lanzado desde la izquierda por Kurzawa que encontraría en el segundo palo, y ante la floja marca nipona, la diestra del joven defensor del Southampton Jan Bednarek.
Golpe duro para un Japón que después de recibir el gol en contra perdió confianza, se mostró trémulo y sumamente inseguro, al punto que querían pero no podían fluir entre líneas ni abrir la zaga liderada por Kamil Glik, quien jugó sus primeros minutos en el Mundial. En los últimos minutos del cotejo, y sabiendo que un milagroso gol colombiano sobre Senegal les estaba dando la clasificación a los de Nishino por el Fair Play deportivo (Japón tenía dos tarjetas amarillas menos que los senegaleses), los japoneses se dedicaron a practicar la posesión pasiva, tocando el balón de un lado a otro sin sentido y Polonia, ya sin hambre, sin ganas y con el premio de consuelo en el bolsillo no escatimó en gastos. Japón terminó transformándose en la primera selección en la historia de los mundiales que avanza a los octavos de final por la regla del Fair Play deportivo, evitando de paso una eliminación vergonzosa y en donde lamentablemente el miedo a perder terminó siendo más grande que el amor a ganar.
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