Ya ni tapar el sol con un dedo… Las palabras de Vicente Matías Vuoso en torno a la falta de brillo por parte de las Águilas del América hubieran sido objeto de escándalo en aquellos años en los que los emplumados respetaban su esencia y atendían las exigencias del aficionado. En el presente, un delantero de dudoso nivel puede hacerlo sin problema alguno gracias a la mediocridad en que ha estado sumergida la entidad de Coapa a lo largo de los últimos años.
El hoy artillero americanista cometió una imprudencia al emitir un comentario que puede molestar internamente. Sin embargo, sus declaraciones ostentan un grado de certeza tan elevado que ni siquiera tuvieron la repercusión habitual. Las Águilas, en la fría lectura de la realidad, han dejado de significar orgullo, presunción y protagonismo. Hoy, cualquiera puede poner en tela de juicio la calidad del equipo sin que existan argumentos para opinar lo contrario.
No existe escenario más triste para un equipo histórico que perder el impacto hasta para ser objeto de burla. Las respectivas aficiones de los rivales en turno han dejado de gozar en demasía cuando su escuadra se impone a los emplumados. También, han perdido la pasión con la que se burlaban de la parcialidad americanista después de cada tropiezo sufrido. Jugar frente a los de Coapa no implica lo mismo de antes.
El panorama no es alentador para el comando azulcrema. Mientras el rival da de qué hablar en un final de Copa Libertadores, las Águilas batallan en un torneo en el que tienen posibilidades de triunfo, pero sin que ello implique esa revolución tan necesaria para un equipo urgido de una estrategia organizacional agresiva, precisa y con la inequívoca misión de reposicionar al América. No sólo en la obtención de resultados positivos, sino también en los efectos que se generen cuando llega a caer, pues este último rubro puede resultar más efectivo para medir cuál es la percepción hacia un equipo en un entorno determinado.
Para Vuoso, las Águilas están desangeladas… tiene razón; para los aficionados, el estilo de Manuel Lapuente, con todo lo buen técnico que es, apostar por un estratega de este tipo es ofrecer una fórmula gastada; para los rivales, América no es lo de antes.
No todos están equivocados. El americanismo y el propio futbol mexicano anhelan que las Águilas levanten el vuelo en todos los rubros. De lo contrario, hasta compararlo con el Guadalajara empezará a ser aburrido.
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