Una oportunidad desperdiciada. La Federación Mexicana de Futbol tuvo en sus manos la posibilidad de evitar la aparición de cuestionamientos a partir de la negativa de Jonathan dos Santos a participar en el cotejo amistoso ante España. La final de la Supercopa es un motivo legítimo para ausentarse, pero el recuerdo de lo ocurrido al momento de su recorte de la lista hacia Sudáfrica 2010 provoca que se levanten voces cuestionando la verdadera causa por la que el hermano menor de los Dos Santos desecha la invitación a vestir la camiseta del Tri.
El error no es grave, pero es de esos pequeños detalles que, de haber sido bien atendidos, habrían ahorrado la reapertura de una inconformidad que tendría que ser tratada desde el escritorio y sólo hacerse pública una vez que se haya llegado a un acuerdo. Para todos los actores involucrados hubiera sido mucho más saludable dialogar entre bastidores y acordar una solución sin que llegara a la opinión pública.
Aun confiando en que Jona asistirá a venideras convocatorias, se generó un precedente que bien puede derivar en peticiones semejantes por parte de otros seleccionados. Lo que se permite en una ocasión, incluso con fundamento, abre el camino para que se produzcan solicitudes de este tipo. Difícilmente, la Dirección de Selecciones Nacionales actuará con el mismo grado de comprensión.
El futbol mexicano debe aprender a esquivar los dimes y diretes innecesarios. Pasan los años y sigue atorado en ese camino.
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