La natural discreción de su puesto sobre el rectángulo verde contrasta con su espectacular legado con el Barcelona. El fin de la era de Rafael Márquez con el cuadro catalán implica no sólo un triste pero lógico paso para la trayectoria del implicado directo, sino también el cierre de uno de los dos procesos más exitosos para un futbolista en el balompié del Viejo Continente, la conclusión de páginas históricas para el balompié nacional.
Aunque es fuerte la tentación de cuestionar a Rafa por su decisión de aterrizar en la incierta competencia de la MLS, me parece que lo entiendo. Tras ganar absolutamente todo con el Barcelona, incluyendo logros colectivos que ni Hugo Sánchez puede presumir, considero natural que prefiera irse a un entorno relajado que ingresar a una atmósfera de mucha exigencia y en la que resultaría muy complicado que pudiera siquiera acercarse a lo que experimentó enfundado en la camiseta blaugrana.
Rafael Márquez, pese a que nunca pudo regalarnos ese gran nivel vistiendo la playera del tricolor, ocupa un lugar de privilegio para el futbol mexicano. A mi parecer, se trató del primer jugador mexicano con características naturales para triunfar en Europa. Hugo lo hizo, pero con condiciones físicas propias de otro tiempo y mucho más ligadas al estereotipo nacional. El zamorano, en cambio, posee una fisonomía y personalidad muy propias del futbolista más allá de nuestras fronteras.
Innecesario realizar comparaciones. Las posiciones sobre el campo rompen la lógica de continuar debatiando sobre quién fue mejor. Sólo diré que Rafa es el mejor ejemplo contemporáneo para explicar cuáles son las características que debe reunir el futbolista mexicano para aspirar al éxito tanto en lo colectivo como en lo individual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario