ARGENTINA: Willy Caballero; Eduardo Salvio (Cristian Pavón, 56´), Gabriel Mercado, Nicolás Otamendi, Nicolás Tagliafico, Marcos Acuña; Javier Mascherano, Enzo Pérez (Paulo Dybala, 68´); Lionel Messi, Maximiliano Meza; Sergio Agüero (Gonzalo Higuaín, 54’).
CROACIA: Danijel Subasic; Sime Vrsaljko, Dejan Lovren, Domagoj Vida, Ivan Strinic; Luka Modric, Marcelo Brozovic, Ivan Rakitic; Ante Rebic (Andrej Kramaric, 57´), Mario Mandzukic (Vedran Korluca, 90´ + 2´), Ivan Perisic (Mateo Kovacic, 82´).
El fútbol lo inventaron los ingleses, pero lo pensaron los argentinos. Lo evolucionaron de un deporte, una actividad lúdica, a una filosófica. Ellos nos han otorgado frases para la posteridad por entender a este juego como un elemento para entender la vida. “Un equipo es un estado de ánimo”, enunció Jorge Valdano, en tanto que Dante Panzeri consideró al fútbol como la dinámica de lo impensado. El futbolista (y también el entrenador) es un ser pensante, que debe tomar una brutal cantidad de decisiones durante 90 minutos. Pero antes que nada es un ser humano que siente. La pizarra genera superioridades numéricas y posicionales. Sin embargo, son fichas, figuras geométricas, no personas con sus temores, sus traumas. Con su pasado.
Cierto es que Jorge Sampaoli no ha conseguido potenciar a su mejor jugador, pilar de todo sistema. Lionel Messi no ha rematado un tiro de esquina que él mismo ha cobrado solo porque no lo ha intentado. Hoy quedó atrapado en una telaraña croata hecha por el mismo planteamiento argentino. Un 3-4-3 con Tagliafico de central izquierdo, Enzo Pérez acompañando a Mascherano en el doble pivote y Meza a Leo en la mediapunta. Croacia estudió muy bien lo que tramaba su rival y en vez del 4-2-3-1 de la primera fecha ante Nigeria y que enseñó la FIFA en la transmisión fue un 4-3-3 muy presionante con Marcelo Brozovic de mediocentro e Ivan Rakitic y Luka Modric de interiores.
Javier Mascherano leyó la mano y trató de ajustar bajando unos metros para formar una línea de 4 que consiguiera una mejor repartición de espacios en el campo. No fue suficiente. Croacia no tuvo que hacer mucho para acercarse a la victoria porque el verdadero rival de Argentina fue Argentina misma, que jugó contra la desmesurada presión que se inflige, contra la desconfianza de Messi hacia sus compañeros que únicamente incrementa su nerviosismo, contra los que son titulares por su jerarquía en vez de su nivel de juego o su acoplamiento al sistema como Mascherano y Agüero. Contra la increíble decisión de Sampaoli de no arriesgarse a una mancuerna Dybala-Messi con Éver Banega surtiéndoles de pases entre líneas.
Croacia solo tuvo que confiar en que esos dos factores, el estado de ánimo y la dinámica de lo impensado, aparecieran. Fue por conducto de Willy Caballero. Un craso error que desmoronó por completo a la albiceleste. A partir de ahí, a pescar en río revuelto. Luka Modric tuvo un deja vu de Old Trafford en 2013 e Ivan Rakitic confirmó su evolución como todocampista. En un mundo donde prevalece la competencia sobre la cooperación, hace falta recurrir a la sabiduría que nos recuerda que la vida es autorrealización. Hay que “vencer” al “enemigo” porque estamos inmersos en la sociedad: sin ella no somos nada. La verdad es que hay que superarnos a nosotros mismos. Donde la convicción permite ver un mar de oportunidades, el miedo de Argentina ve un abismo.
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