NIGERIA: Francis Uzoho; Victor Moses, Leon Balogun, William Ekong, Kenneth Omeruo, Bryne Idowu (Tyronne Ebuehi, 46´); John Obi Mikel, Wilfred Ndidi, Etebo (Alex Iwobi, 90 + 1´); Kelechi Iheanacho (Odion Ighalo, 85´), Ahmed Musa.
ISLANDIA: Hannes Halldorsson; Birkir Savarsson, Kari Arnason, Ragnar Sigurdsson (Sverrir Ingason, 65´), Hordur Magnusson; Rurik Gislason, Aron Gunnarsson (Ari Skúlason, 87´), Gylfi Sigurdsson, Birkir Bjarnason; Jon Bohdvarsson (Bjorn Sigurdharson, 71´), Alfredd Finghbogasson.
Islandia es el 4-4-2 por excelencia en el fútbol de selecciones. La formación básica (solo tres líneas, cinco parejas en la cancha) parecía que estaba en peligro de extinción en la élite dada su simpleza, pero Atlético de Madrid, Leicester y los islandeses la reivindicaron como la fórmula para hacer frente a la escasez de talento y como antídoto ante contrincantes que se terminan enredando con la pelota de tanto tenerla. Claro, a esto se juega entre dos porterías y para completar el método hay que recurrir al contragolpe y la pelota parada, virtudes islandesas que Nigeria las transformó en defectos en un partido difícil de digerir en la primera mitad pero con tintes dramáticos en la segunda.
El cuadro africano modificó su parado con tal de contrarrestar los balones catapultados hacia la doble punta de Islandia, así que salió con un 3-5-2 que en teoría pintaba muy bien pero en la práctica no asignó una repartición propicia de funciones y espacios. Había tres centrocampistas nigerianos contra dos islandeses, si nos apegamos al librito, pero la ocupación de los sectores de la cancha no consiguió desestabilizar las tres lineas del repliegue islandés tanto en horizontal como en vertical. Nigeria sufrió menos en los momentos dinámicos del juego, en el marco en el que la pizarra, estática, no alcanza a llegar.
Así fue que un saque de banda de Islandia, cuyo efecto visual produce escalofríos, acabó en un contragolpe letal que liquidó con elegancia Ahmed Musa (con experiencia en el Leicester, para variar). El tan esquemático 4-4-2 de los casos citados se mueve a la perfección mientras el marcador siga 0-0. Es tan sólido que ante la menor desventaja se rompe. Islandia tenía la urgencia de anotar y abrió las puertas al segundo tanto de Musa, con muchísimos metros para correr: el común denominador del Mundial. Al final Nigeria sacó a relucir la inconsistencia típica de las selecciones africanas y por poco tira por la borda una ventaja que nació desde un saque de banda cuyo tiro salió por la culata. Además, Sigurdsson, el mejor islandés, falló un penalti al 83′, factor que hubiese podido cambiar el final del encuentro.
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