Uno de los máximos beneficios de asistir a una Copa del Mundo estriba en tener la posibilidad de conocer qué es lo que se opina del fútbol mexicano más allá de nuestras fronteras. A partir del contacto con periodistas y aficionados de otros lares es posible enriquecer el panorama en torno a un balompié acostumbrado a venderse como el mejor, pero también a concebirse como el peor en muchos sentidos.
Mientras que a muchos nos cuesta trabajo diseñar una imagen en la que la Selección Mexicana salta al terreno de juego como favorita ante su similar de Francia, los periodistas de dicho país acuden a la conferencia de prensa de Javier Aguirre para cuestionarlo sobre la superioridad de México ante los galos. Minutos más tarde, los periodistas mexicanos interrogan al “Vasco” sobre lo difícil que resultará batirse en duelo con un cuadro repleto de individualidades y de nombres, según los propios medios de comunicación nacionales, superiores a la gran mayoría de los nuestros.
Si en el párrafo superior puede apreciarse un sentimiento de inferioridad ante una escuadra histórica pero venida a menos, la percepción de los mismos involucrados se modifica cuando la Selección Mexicana se encarga de cerrar sus puertas más que cualquier potencia. Brasil, Holanda, Argentina y muchas más reciben sin mayor contratiempo a periodistas, e incluso, a aficionados. El cuadro azteca, en cambio, permite el ingreso sólo durante los primeros quince minutos de la práctica y da diez minutos de conferencia a cambio de los más de treinta que suele dar Diego Armando Maradona. Equipos de abolengo consideran que nada está por descubrirse; nosotros, nos cobijamos como si fuera a emerger abruptamente la fórmula mágica para resolver la crónica falta de goles.
Ejemplos como los anteriores pueden encontrarse a racimos. Desde verse sorprendido al saber que los periodistas europeos y africanos consideran al equipo mexicano como el más fuerte del pelotón hasta el hecho de que muchos de nuestros compatriotas pronosticaban una primera fase de cero unidades y una total catástrofe para nuestro balompié.
Escuchando las visiones ajenas y comparándolas con la propia, he de colocar al futbol mexicano como un elemento inestable, que puede ir hacia arriba o hacia abajo, pero que guarda la atípica tendencia de mantenerse en un nivel, en un peldaño en el que ni podemos considerarnos potencias ni tirarnos a llorar por ser parte del tercer mundo balompédico.
En términos coloquiales, podríamos decir que nuestro futbol no es ni muy muy ni tan tan y eso llega a generar escenarios en los que estamos deseosos de alcanzar la grandeza, pero también de sentir que estamos por vivir una auténtica pesadilla. Todo con tal de no vivir en una medianía desesperante y de la que sólo saldremos cuando alcanzar el quinto partido sea una misión cumplida
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