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viernes, 11 de junio de 2010

Antes de comenzar

Dibujamos el partido en nuestra mente y terminará siendo algo totalmente inesperado. Desde que conocimos la suerte de México en el sorteo mundialista, nuestro cerebro ha elaborado una y otra vez lo que podría ocurrir esta tarde en el Soccer City de Johannesburgo. Cuando el optimismo nos inundaba, cerrábamos los ojos y pensábamos que los nuestros iban a ser implacables, a imponerse incluso a los designios de la FIFA y a los sueños del país organizador. Cuando las dudas nos inundaban, el mismo proceso de meditación nos llevaba a construir escenarios de catástrofe, panoramas en los que no ibamos más allá de los tres partidos de rigor.
Hoy nada de ello importa. La magia del futbol radica en que se maneja bajo su propia lógica. Lo vivimos antes, con nuestra mente, y lo experimentamos después, cuando la realidad nos indica cuál será el rumbo definitivo del partido.
Gracias al futbol por darnos ese respiro, por permitirnos volver a ilusionarnos con algo tan simple como ver hacia donde se inclina un balón de futbol.

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