Cada semestre es lo mismo. No hacía falta asistir a la presentación del nuevo plumaje de las Águilas para saber qué se iba a decir y cómo se iba a decir. Las palabras bonitas de siempre. También los objetivos de siempre. El América en la retórica tiene que ser Campeón, entregarse al máximo sobre la cancha, cautivar a los aficionados y manejarse con un estilo de juego que marque diferencia en el futbol mexicano. ¡Qué bonito se escucha o se lee! Lo triste es que no se hace más que para esperanzar a los aficionados y así lograr que inviertan su dinero en el nuevo jersey, ese que suele venir acompañado de adelantos tecnológicos y uno que otro detalle gráfico, pero que rara vez, al menos a últimas fechas, ha podido ir acompañado de buenos resultados.
La cereza al pastel -ésta sí un tanto atípica- no fue la presentación de Vicente Sánchez, quien se encuentra ante el reto de mostrar que su talento es tan grande como para recuperar su nivel y vencer la tumba que para jugadores importantes significa el cuadro americanista, sino la osadía de presumir los cuatro títulos obtenidos en la era amateur. Es natural. Cuando te quedas sin argumentos de valor en el presente, acudes al pasado y buscas hasta en el más recóndito rincón para encontrar un poco de la grandeza perdida. Presumirte como el club más ganador a partir de unas coronas que tú mismo habías ignorado hasta que se hizo necesario apelar a ellas es un reconocimiento propio de la mediocridad en que se ha sumergido el club en fechas recientes.
A Lapuente lo percibo como una garantía de resultados. He dicho que veo al América con posibilidades de obtener el título, pero ello no significa que vayamos a observar al cuadro espectacular que tanto pregona Michel Bauer. La directiva azulcrema debe entender que dibujar con lápiz cuatro estrellitas más para lucir más fuerte históricamente que las Chivas o que el Toluca no consuela de forma alguna a los aficionados. Las promesas de garra, coraje y sangre tampoco surten efecto.
Es necesario que dejen de construir cortinas de humo y que sean claros con los aficionados. Si las Águilas van a apostar a ganar sin importar el estilo, que sean claros y que lo digan. Si Toluca igualó a los emplumados en títulos, que la directiva lo acepte y abandone el fácil recurso de hurgar en la prehistoria del futbol mexicano. Claridad y transparencia es lo mínimo necesario para que el inicio de un semestre no se perciba como un engaño más, como una diplomática promesa que más tarde no encontrará la legitimidad necesaria para convencer a la fanaticada.
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