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lunes, 26 de julio de 2010

La depresión postmundial y el inicio del Apertura

Es inevitable. Después de ver en escena a los mejores jugadores del orbe, cuesta concentrarse en una liga que no presenta mayor novedad y que se ha acostumbrado a volver de la inconsistencia su mayor atributo para disfrazarlo de competitividad. El Apertura 2010 comenzó como tantos cortos. Con jugadores repatriados, con técnicos que parecían muertos y con nulas modificaciones para cuando menos alimentar el morbo de los aficionados.
Cada seis meses es lo mismo. Para decirlo en términos coloquiales, la misma gata, pero revolcada. Si a esta situación de estatismo le añadimos la decepción generada por México en Sudáfrica 2010 y la gula futbolera en que incurrimos a lo largo de la máxima justa balompédica del orbe, nos encontramos con un escenario en el que cansa hablar de las fallas de los mismos jugadores de siempre, en el que fastidia analizar el porqué las directivas de tal o cual equipo han sido incapaces de darse cuenta de las piezas que no sirven y en el que resulta desesperante para el ojo observar uniformes convertidos en una Sección Amarilla ambulante.
Una de las problemáticas de nuestro futbol es que no existen sorpresas. Siempre que se avecina algo nuevo, uno espera encontrarse con personas insospechadas, con circunstancias novedosas y hasta con obstáculos que superar. Nos gusta que lo nuevo implique reto, incertidumbre o asombro. Nada de eso genera un torneo en el que las entradas a los estadios son cada vez más pobres y en las que el espectáculos seguirá dejándose para mejor ocasión.
Para mí sorpresa, me sentí más interesado en observar las acciones del Tri Femenil que en lamentar las terribles equivocaciones de Esqueda frente al arco rival. Sucede que al americanista lo he visto fallar desde sus inicios, es un jugador que no madura y que, tal como me lo dijo en alguna oportunidad Vinicio Bravo, termina por desesperar hasta al más paciente. En cambio, la escuadra tricolor de mujeres nos ofreció nombres nuevos, nobleza sobre el rectángulo verde y un privilegio al deseo de ganar sobre la seguridad de no perder.
Es el futbol que tenemos. A él debemos adaptarnos. Sin embargo, en esta depresión postmundial, reconozco que me causa cierto hartazgo saber que América seguirá prometiendo espectáculo y que no lo dará, que Cruz Azul andará bien y que, muy probablemente, volverá a fallar a la hora de la verdad y que el torneo del futbol mexicano es tan mediocre que cualquiera puede ser Campeón.
Urge que se borre el recuerdo del Mundial. De a poco lo irá haciendo. Mientras tanto, aplaudo la gallardía de los Gallos Blancos, el sorpresivo triunfo de los Pumas, aunque mantengo mis reservas en torno a ellos, y el regreso del Necaxa a Primera División.

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