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viernes, 2 de julio de 2010

El deseo de sangre

Nada más seductor que una sangrienta rendición de cuentas. Aficionados y medios de comunicación, acostumbrados a actuar con arrebato y furia después de una eliminación en Copa del Mundo, exigen que el técnico saliente salga humillado y sin orgullo alguno a pedir perdón por sucumbir en el intento de acceder al quinto partido. Los periodistas buscan la nota de ocho columnas, las palabras que se presten poco o mucho al escándalo para entonces tener material que venda; los seguidores, medidas drásticas que alimenten la cíclica aparición de la famosa “limpia total”, esa que tantas veces se ha hecho y que nunca resulta. Es la enferma necedad de resolver impulsivamente lo que, en términos ideales, debe resolverse a través de las decisiones bien razonadas.
He escrito largo y tendido sobre la urgencia de no repetir aquellos patrones de conducta que han llevado al futbol mexicano a un estancamiento en la medianía. Comparándolo con un problema científico, hemos probado muchas veces con la misma fórmula y el resultado no ha sido el esperado. La satanización urgente del estratega saliente más el desprecio a los jugadores que cayeron derrotados no ha sido igual a la consecución del pasaporte a los cuartos de final. Tampoco el arribo urgente de un nuevo estratega y la abrupta aparición de nuevos elementos ha sido equivalente al éxito inmediato o al progreso indiscutible.
Cuando un usuario me pregunta en Twitter por qué los medios de comunicación no fueron agudos en sus preguntas a Javier Aguirre durante la conferencia de prensa en que se despidió, compruebo que estamos acostumbrados como sociedad a ser jueces implacables, a esperar que las preguntas de los periodistas se encarguen de humillar al interrogado, como si acabar con el personaje en cuestión modificara el pasado o garantizara un mejor futuro. Al “Vasco” se le preguntó de todo, y salvo las televisoras que no pueden ir en contra de su producto, en su momento se le hicieron los cuestionamientos pertinentes, pero nada que pudiera modificar sus decisiones como estratega.
¿Aguirre es el gran villano de la historia o somos nosotros mismos? A final de cuentas, Javier reprobó en su intento por romper con la barrera de los octavos de final, ganándose así la animadversión generalizada, pero olvidamos que este mismo personaje fue pieza fundamental para que México resurgiera y alcanzar a clasificarse a la máxima justa balompédica del orbe. Si no hubiera aparecido ese cambio impulsado por él y por los jugadores más experimentados de la Selección, quizás ni siquiera hubiéramos podido sentir como propia la fiesta de la Copa del Mundo, quizás no hubiéramos contado con la alegría de vencer a Francia y quizás tendríamos que estar hablando de un auténtico fracaso y de un retroceso para nuestro balompié.
Desde mi óptica, Aguirre no nos debe nada, nosotros tampoco a él. Se equivocó en la toma de decisiones y volvió a generar esa sensación de que pudo hacer más en el partido de octavos de final y, sobre todo, ante Uruguay, pero de ahí a tratarlo como si de un inepto se tratara hay una gran diferencia. Incluso, si retrocedemos en el tiempo, encontraremos la responsabilidad de unos directivos que se equivocaron al contratar a Hugo Sánchez en el inicio del ciclo mundialista, en una decisión aprobada por la gran mayoría de aficionados, que volvieron a errar desperdiciando mucho tiempo con Jesús Ramírez en el interinato y que volvieron a cometer una pifia al hacerse de los servicios de Eriksson.
Aficionados y periodistas también tenemos responsabilidad. Hablamos de la importancia de apoyar el cumplimiento del ciclo mundialista, elemento que llevó a que se percibiera un estilo de juego más claro en Alemania 2006 que en esta Copa del Mundo, pero matamos a los federativos para que alimenten el hambre del pueblo con la cabeza del técnico en cuanto se fracasó en la eliminatoria para los Olímpicos, como si Hugo hubiera sido el responsable de que Esqueda y Fernández fallaran una y otra vez. Nos gusta que la sangre corra… Ahí estriban gran parte de nuestros pecados.
La tentación del olvido emerge como el punto que complementa el dañino cuadro de comportamiento con que se maneja el medio futbolístico nacional. No importa que él haya sido pieza invaluable para la coronación en la Copa FIFA Confederaciones, tampoco que, pese a estar rehabilitándose de una lesión, fuera el héroe para asistir a la Copa del Mundo Japón-Corea, hoy todos califican a Cuauhtémoc de lento y viejo, juzgan a Aguirre por haberlo convocado y se refieren a él como si estuvieran hablando de cualquier futbolista y no del jugador nacional más importante de los últimos años.
El derramamiento de sangre no es ni será la solución. Llegue quien llegue a asumir el timón de la oncena tricolor, lo recomendable será apoyarlo. Cuestionar de forma incisiva y ser agudos en la crítica, pero no exigir destituciones que sólo convertirán la inversión en tiempo perdido.  Cambiemos la fórmula. Sólo así podremos encontrar la que en verdad resulte igual al éxito.

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