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viernes, 9 de julio de 2010

La relevancia del pulpo Paul

La Copa del Mundo no sería lo que es si su relevancia estuviera delimitada por el rectángulo verde. Aunque el juego es lo más importante, aquellos elementos externos que irrumpen cada cuatro años para fortalecer la pasión de los auténticos aficionados y para impulsar el oportunismo de los seguidores ocasionales contribuyen en alta proporción para que la máxima justa balompédica del orbe goce de un impacto social y cultural que ya quisiera cuaquier cumbre con los mandatarios de las naciones más poderosas.
Los tentáculos de Paul se volvieron famosos por la inconcebible casualidad de acertar cuando nadie más lo haría. Sin embargo, este molusco también debe su popularidad a la necesidad que, como gente adicta a la fiesta, tienen los aficionados por mantener la emoción incluso cuando ésta ha ido a la baja o cuando la actividad empieza a escasear debido a que el calendario empieza a extinguirse lenta y dolorosamente.
El Mundial de Sudáfrica no ha sido el más espectacular. La paridad de fuerzas ha llevado a una neutralización que entrega partidos tediosos y con un ritmo semilento, en muchas ocasiones con una apuesta más clara por evitar la derrota que por acceder a la victoria. No obstante, la aparición del dramatismo en las instancias definitivas le ha dotado de la emoción necesaria como para considerar que esta edición de la Copa del Mundo cumplió satisfactoriamente.
Paul quedará por siempre en la memoria. Las vuvuzelas se escucharán incluso con el paso de los años. Pero tampoco olvidaremos el llanto de Maradona, el fracaso del métodico Dunga, las graves pifias arbitrales, la entrega de la Furia Roja, el derrumbe del muro alemán o la ruptura de Holanda con su historia de fracasos, aunque a ésta aún le queda cumplir con la final para acabar con su más grande trauma histórico.
En una Copa del Mundo todo cabe. Las caderas de Shakira conviven en armonía con Paul y su naturaleza de buen apostador. El llanto de Maradona colinda con la catástrofe de Gyan, el héroe venido a menos. La torpeza de Osorio, incluso, encuentra espacio de respiro con el oso del arquero inglés ante Estados Unidos

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