Kevin De Bruyne es un mediapunta que viene evolucionando muchísimo como centrocampista en el Manchester City. El tema es que, a sus 27 años, al belga le sigue costando ser un director de juego sin el soporte táctico del entrenador español Pep Guardiola mientras los escenarios de constante ataque posicional también limitan sus posibilidades. Por otro lado, lo que siempre ha sido De Bruyne desde su explosión es un auténtico especialista en transiciones ofensivas. Todavía en su plenitud física, hay poquísimos jugadores más peligrosos que Kevin contraatacando en todo el planeta. Después de completar un Mundial muy discreto jugando en la base de la jugada y un partido con poco peso sin espacios para correr en la semifinal contra Francia, las dos veces en que De Bruyne pudo actuar arriba con su selección no teniendo la posesión del balón quedó claro qué es Kevin en realidad: un jugador que mandó a la favorita (Brasil) a hacerse con el título en Rusia a casa y que aseguró el tercer puesto de la Copa del Mundo para Bélgica en el partido contra Inglaterra.
Porque De Bruyne, además de entender muy bien (incluso a máxima velocidad) qué necesita cada transición, es capaz de generar un gol lanzando, conduciendo, asistiendo o rematando en situaciones de contraataque. Contra los ingleses esto se ha visto claramente en muchas ocasiones, incluida la asistencia del jugador del City para el 2-0 marcado por el extremo izquierdo Eden Hazard ya en los instantes finales.
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