BRASIL: Alisson, Fágner, Thiago Silva, João Miranda, Marcelo; Paulinho (Renato Augusto, 73´), Fernandinho, Philippe Coutinho; Willian (Roberto Firmino, 46´), Gabriel Jesus (Douglas Costa, 58´), Neymar.
BÉLGICA: Thibaut Courtois; Thomas Meunier, Toby Alderweireld, Vincent Kompany, Jan Vertonghen; Marouane Fellaini, Axel Witsel, Nacer Chadli (Thomas Vermaelen, 83´); Romelu Lukaku (Youri Tielemans, 87´), Kevin De Bruyne, Eden Hazard.
Durante todo estos últimos años a la selección de Bélgica se le consideraba por lo que podía ser o por lo que representaba en términos individuales que por lo que era a nivel colectivo. No había victoria en la que no hubiera ceños fruncidos, ya sea por el funcionamiento mostrado o por el nivel del adversario vencido. Para silenciar dudas era necesario un triunfo categórico que hiciera valer su condición de top 10 en la tabla de clasificación de la FIFA. Quizás los “Diablos Rojos” no ganen este Mundial pero el triunfo de hoy reivindica y legitima a esta generación dorada.
El héroe del partido acabó siendo Courtois porque enfrente estaba el más claro favorito a llevarse la Copa del Mundo. Tenía que caer muchas veces la moneda a favor de Bélgica para obtener el pase a cuartos, y quien logró cargar los dados con el mejor planteamiento que hemos visto en el torneo hasta el momento fue Roberto Martínez. Bob reconoció la inferioridad de su equipo en todos los aspectos del juego y diseñó los planes necesarios para tapar sus defectos y explotar las mínimas probabilidades que tenía de éxito en cada situación.
Sin balón, Bélgica se acomodó en 4-3-3 con Vertonghen y Meunier como laterales, Chadli y Fellaini como interiores por delante de Witsel y, la joya de la corona, De Bruyne, en el centro del tridente de ataque con Hazard y Lukaku en las bandas. El repliegue belga buscó que Lukaku explotara la espalda de Marcelo al grado de que no importaba en absoluto que llegara a línea de fondo. De Bruyne molestó a Fernandinho, bloqueó el centro y atacó su espalda en cuanto Brasil perdió la pelota.
En ataque posicional, Bélgica pasó a 5-3-2: Chadli se recorrió al carril izquierdo, Vertonghen a la central y De Bruyne al mediocampo. Así sumaron la mayor cantidad de efectivos en su salida de balón con tal de superar la presión y generar muchas opciones de pase en las bandas, donde Fernandiho no podía llegar. Sin embargo, esta ha sido la fase de juego que más le ha costado a todas las selecciones en el Mundial, por lo tanto predominó el 4-3-3 por las necesidades del juego.
Por más perfecto que hubiera sido el planteamiento, sin una dosis de fortuna era imposible ganar. Brasil perdonó una ocasión clarísima de Thiago Silva al comienzo del juego y un accidentado tiro de esquina en contra que no atacó bien Fernandinho le dio la ventaja a los belgas, que se replegaron apoyados en ese colchón de un gol de diferencia. Tardó mucho Brasil en recibir el primer disparo a gol de sus rivales y ni así lograron empatar en la primera mitad. Tite se murió con la suya de seguir con el once de la fase de grupos pese a que los mejores momentos de la “Verdeamarelha” en Rusia 2018 fueron con Filipe Luis como lateral izquierdo en vez de Marcelo.
El segundo gol de la noche, anotado por De Bruyne, fue vivo ejemplo de lo que insistió Martínez. México, a su manera, le dio un susto a Brasil cuando Jesús Gallardo desperdició un contragolpe posterior a un tiro de esquina en contra y justo después cayó el 1-0 que comenzó con su eliminación. Una combinación perfecta entre Lukaku y De Bruyne puso a los suyos a unos cuantos pasos de las semifinales. Esta sociedad fue un dolor de cabeza constante y sonante para João Miranda y, de no ser por las deficiencias técnicas de Lukaku producto de un proceso formativo que abusó de su superioridad física, Brasil hubiera sido humillada nuevamente en un Mundial.
Tras el descanso Tite mandó su primer ajuste: Firmino por Willian. El del Liverpool consiguió hacer lo que nunca pudo Gabriel Jesus, poner de cara a portería a Coutinho y Neymar. El delantero del City se fue a la banda derecha pero no tardó en ingresar Douglas Costa y agitar el partido como contra Costa Rica. A partir de su entrada, el campo se le hizo demasiado ancho a Bélgica, lo que un repliegue de cuatro defensas más tres mediocampistas más padece. Brasil elevó el ritmo del partido y logró que se produjera un duelo de transiciones en el que no tiene rival… solo Thibaut Courtois. El portero del Chelsea fue el padrino de la generación dorada de su país.
El temor de que le saliera caro modificar tras ganar le costó el Mundial a Tite. No hay nada más engañoso como “alineación que gana, repite”. Desde el partido de Suiza era evidente que Marcelo no congeniaba con Neymar y Coutinho, que este último se pisaba con Ney en varias zonas del campo, que Gabriel Jesus era muy poco autosuficiente como único punta y que Willian en el lado débil del balón, a perfil natural y sin Dani Alves como apoyo desde la lateral, era improductivo. La Copa del Mundo siempre castiga, el que gana es el que se sabe adaptar y eso requiere autocrítica, evaluación del desempeño propio. Tite se murió con la suya.
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