COLOMBIA: David Ospina; Santiago Arias (Cristian Zapata, 116´), Yerry Mina, Davinson Sánchez, Johan Mojica; Carlos Sánchez (Mateus Uribe, 79´), Wilmar Barrios, Jefferson Lerma (Carlos Bacca, 62´); Juan Fernando Quintero (Luis Muriel, 88´); Juan Guillermo Cuadrado, Radamel Falcao.
INGLATERRA: Jordan Pickford; Kieran Trippier, Kyle Walker (Marcus Rashford, 113´), John Stones, Harry Maguire, Ashley Young (Danny Rose, 102´); Jesse Lingard, Jordan Henderson, Dele Alli (Eric Dier, 81´); Raheem Sterling (Jamie Vardy, 88´), Harry Kane.
“Corro, luego existo”, pareció ser la consigna de este partido. Fue un pesaje de musculaturas por las características del plantel inglés y el planteamiento por el que optó José Pékerman. Abundaron las disputas por todos los sectores de la cancha a excepción de las áreas, así que desde el primer tiempo la trama tenía tintes de penales, pero la Copa del Mundo nos sigue entregando emociones al por mayor aun en partidos que, en términos generales, estaban dándose muy por debajo de las expectativas. La fe inquebrantable de Yerry Mina, al nivel de su estatura, más las desconexiones típicas del futbolista inglés, pusieron el drama que tanto estábamos esperando.
La ausencia de James Rodríguez por lesión cambió por completo los planes de Colombia. Sin su presencia para completar la mancuerna con Quintero no era posible competirle a Inglaterra con un juego más elaborado, entonces decidió jugarle al tú por tú desde el plano físico. Un 4-3-1-2 que, sin balón, emparejó a Quintero con Jordan Henderson para entorpecer la posesión rival, pisarle los talones a Lingard y Alli con Lerma y Sánchez más Barrios de escoba, recurriendo a su físico para hacer coberturas por todo lo ancho del campo. Cuando Colombia tenía que desarrollar secuencias largas de pase, Quintero y Cuadrado se juntaban por la derecha para mantener los comportamientos del dúo de JuanFer con James.
Los de Southgate no podían incomodar el repliegue colombiano porque no eran capaces de usar debidamente la pelota en el tercio medio. Con Henderson obstaculizado, no había quién acercara la pelota a la portería de Ospina con claridad; Alli y Lingard no sienten la pausa, aceleran de cero a cien de inmediato y eso repercutía en estrellarse siempre en las corpulencias de sus marcadores. La pareja de interiores generó cierto peligro cuando atacaban sus espaldas y obligaban a Mina y Davinson a hacer uso de su velocidad para llegar a tiempo a cortar.
El partido no iba hacia ninguna parte. Quintero tenía demasiado prisa en hacer el último pase, Cuadrado quería organizar pero su cuerpo le pedía verticalizar y Mojica centraba todo balón que recibía. Falcao, otra vez, estaba totalmente aislado del resto. El impasse concluyó cuando Kane se puso el overol y primero recibió de espaldas para descargar hacia el lado débil y luego retrocedió muchos metros para obtener la pelota, sin embargo, esto volvió redundante el papel de Sterling en el campo y el área perdió referencias. Las amenazas se presentaban a raíz de la nula lectura de las jugadas de los centrocampistas y centrales colombianos que iban por todas sin interpretar lo que había a su alrededor.
Polémica aparte, el penal cometido por Sánchez en una pelota parada era lo esperado en estas circunstancias. Colombia no podía terminar el partido impune por su juego nada cerebral. Kane castigó e Inglaterra ganaba por deméritos del adversario. Pékerman quiso darle una mano a Falcao con un delantero más como Bacca pero el hombre que podía acercarlos a la prórroga era Uribe. A Mateus se le caen los goles en la liga mexicana y de la nada sacó un disparo monumental que apenas desvió Pickford y le dio esa fe, ese impulso anímico que elevó mucho más el ya de por sí intimidante salto de Mina.
La esperanza fue el argumento que le dio la superioridad a Colombia en el tiempo suplementario que fue incapaz de materializar porque hay algo en esta selección de inglesa que no se parece a las demás. Quizá presente problemas de juego muy similares y también lapsos de desconcentración muy característicos, pero desde las tomas a su entrenador se ve frescura en su entorno. Y la tanda de penales lo hizo valer. Inglaterra deshizo una maldición y lo tiene todo a su favor para acabar de una vez por todas con los estereotipos. Si no gana este Mundial, quién sabe cuánto tiempo tendrá que esperar.
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