BÉLGICA: Thibaut Courtois; Thomas Meunier, Toby Alderweireld, Vincent Kompany, Jan Vertonghen, Nacer Chadli (Thomas Vermaelen, 39´); Youri Tielemans (Moussa Dembele, 78´), Axel Witsel; Kevin De Bruyne, Eden Hazard; Romelu Lukaku (Dries Mertens, 60´).
INGLATERRA: Jordan Pickford; Kieran Trippier, Phil Jones, John Stones, Harry Maguire, Danny Rose (Jesse Lingard, 46´); Ruben Loftus-Cheek (Dele Alli, 84´), Eric Dier, Fabian Delph; Raheem Sterling (Marcus Rashford, 46´), Harry Kane.
Cada cuatro años se suscita el debate en torno a la utilidad del partido por el tercer lugar en un torneo como la Copa del Mundo en el que la medalla de bronce no suma como en Juegos Olímpicos. La costumbre de la Eurocopa de no celebrar esta clase de encuentros es un argumento a favor de eliminarlo, aunque para Bélgica e Inglaterra, dos selecciones que rozaron la gloria del Mundial, les ha sido de gran utilidad con miras al futuro inmediato: la Eurocopa 2020. Ambas selecciones llegaron a Rusia con buenas camadas que dentro de dos años, ya probados en la nueva Liga de Naciones, tratarán de aspirar al campeonato sin la etiqueta de promesas.
A diferencia del cotejo de la fase de grupos, donde Roberto Martínez y Gareth Southgate alinearon equipos alternativos para descansar a los titulares y evitar suspensiones innecesarias hacia octavos de final, esta tarde hicieron ligeros ajustes en sus cuadros de gala, sea por lesiones o por querer probar distintas alternativas. Martínez regresó a su estructura base del 5-2-2-1 con la adición de Tielemans, que envió de regreso a De Bruyne a la mediapunta derecha. Southgate observó a Phil Jones en la central derecha que ocupó Kyle Walker y a Fabian Delph en el interior izquierdo de Dele Alli, entre otras variaciones.
Mejor inicio para los Diablos Rojos, imposible. No fue un contragolpe como tal, sino una salida de Courtois, pero quedó de manifiesto que solo la única selección que la derrotó, Francia, puede competirle en el arte del ataque rápido. El balón pasó del centro a la derecha y luego a la izquierda con una coordinación majestuosa que Meunier no debía fallar. ¿Qué hubiera sido de la semifinal si no se la hubiera perdido el lateral del PSG? Ya son meras suposiciones, lo positivo es que Thomas sigue creciendo desde la Eurocopa de hace dos años en la cual acabó con la bochornosa línea de cuatro centrales. Nadie puso a Inglaterra a sufrir así en el Mundial, pudo haber sido Croacia pero lo que le sobra de espíritu le falta de piernas y no necesitó de este tipo de acciones para la remontada.
La ventaja le permitió a Martínez ver con mucho margen de maniobra sus experimentos con miras al objetivo de 2020. Tielemans resultó una buena noticia puesto que consiguió que De Bruyne regresara a jugar donde sus virtudes pueden explotar, lo que ocurrió más tarde, además, el joven del Monaco desde el doble pivote sumó llegada, su especialidad, gracias al trabajo sucio de Romelu Lukaku ante los centrales. Inglaterra, obligada a tener la pelota, enseñó algunas ideas nuevas con la calma que brinda Delph en el centro del campo, el despliegue sobre la banda de Rose a perfil natural y el mejor dominio del carril interior derecho de Loftus-Cheek a diferencia de Lingaard.
De cualquier manera, el dueto Kane-Sterling no se compenetró, el gran debe del sistema, si bien Raheem prácticamente le entregó la Bota de Oro a Harry en una ocasión que el 9 falló inexplicablemente, como el mano a mano contra Croacia. La excesiva rapidez de Sterling no correspondía con los movimientos de sus compañeros y la consecuencia fueron pérdidas de balón en malas condiciones con los posteriores contragolpes de Bélgica. Rashford ingresó para el segundo tiempo; freno no puso, pero sí otorgó una mejor repartición de espacios, como la gran pelota que le puso nada menos que al mediocentro Eric Dier, quien definió como un auténtico delantero y no fue empate por culpa de Alderweireld, compañero suyo en el Tottenham.
Conforme avanzaba el tiempo y el porcentaje de posesión de Inglaterra, De Bruyne se fue adueñando del partido. En una posición centrada en repliegue, tal como en cuartos de final contra Brasil, Kevin dirigió cada contragolpe incluso antes de que se recuperara el balón. A partir de que ocurría el robo, los Diablos Rojos se transformaron en unos ángeles siguiendo cada paso de la coreografía de un ballet ruso. Nada era improvisado, los actores volaban porque así lo hacía la pelota. Sin embargo, quien desentonaba era Lukaku por sus pies que no tienen la finura necesaria para moverse sobre el escenario sin resbalarse. Una pena que todas las ventajas que genera el cuerpo de Lukaku sean desperdiciadas en su mayoría por esos controles de balón tan sucios.
El remate fue otro contraataque, ya sin Lukaku en el campo, en el que De Bruyne esperó el momento exacto para lanzar el dardo que vulneró la espalda de Phil Jones. Hazard agradeció el obsequio y sentenció. Una jugada para ilusionarse de cara a la Eurocopa, el reto final de esta generación dorada de Bélgica. Una jugada también con dedicatoria para Roberto Martínez y Pep Guardiola: no bajen a De Bruyne al mediocentro, por favor.
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