BÉLGICA: Thibaut Courtois; Thomas Meunier, Toby Alderweireld, Vincent Kompany, Jan Vertonghen, Yannick Carrasco (Nacer Chadli, 65´); Axel Witsel, Kevin De Bruyne; Dries Mertens (Marouane Fellaini, 65´), Romelu Lukaku, Eden Hazard.
JAPÓN: Eiji Kawashima; Hiroki Sakai, Maya Yoshida, Gen Shoji, Yuto Nagatomo; Makoto Hasebe, Gaku Shibasaki (Hotaru Yamaguchi, 81´); Genki Haraguchi (Keisuke Honda, 81´), Shinji Kagawa, Takashi Inui; Yuya Osako.
Antes de entrar al partido en cuestión, vaya Copa del Mundo estamos viviendo. Además de los favoritos que han caído y la llave que llevará a la final a una sorpresa, cada vez son menos los juegos que se están resolviendo con anticipación, lo que obliga a los jugadores a una fortaleza mental inquebrantable y a los entrenadores a una lectura de los partidos sobre la marcha impecable y una precisión en los ajustes igual. Japón ha vuelto a deslumbrar por su fútbol tan vistoso y se ha quedado en el camino demasiado temprano porque no ha sabido gestionar las emociones, ese apartado que condiciona la pizarra.
Dadas las alineaciones se presupuestaba el escenario comentado previamente, en el que Japón no trataría de monopolizar la pelota pero sí buscar robarla lo más alto posible en tanto que Bélgica lucharía con la falta de integración de su ataque posicional y la desorganización de la línea de 5 con su doble pivote en fases prolongadas sin balón. Para que el gol llegara a cualquiera de las porterías tenia que ocurrir un momento irreflexivo, donde se pensara poco para definir. Por los belgas, porque Lukaku sigue pareciendo un agente extraño en el once debido a su baja calidad técnica; por los nipones, por su disciplina que en la virtud lleva el defecto, pues elimina la inventiva.
El repliegue de Japón le concedía demasiados espacios a los dos mediapuntas Mertens y Hazard en tanto que el de Bélgica obsequiaba cuatro de los cinco carriles de juego (los interiores y exteriores) y la brutal agilidad de la circulación japonesa hacía sufrir la rígida cintura de sus tres centrales. Así que el que lograra robar lo más alto y claro posible para crear una ocasión sin exigir creatividad se llevaría la ventaja. Así empezó Japón con dos latigazos prácticamente sin premeditación. Apunten el nombre de Takashi Inui, por cierto; si ya lo tienen, remárquenlo porque en el Betis dará de qué hablar.
Bélgica estaba sobre las cuerdas y, como de costumbre, recurrió a Fellaini (ingresó por Dries Mertens al 65′). La estrella de la generación dorada es la melena del jugador del Manchester United, por más figuras y promesas que engalanen las nóminas. Él inclinó el juego hacia el área de Japón, que es donde menos quieren que esté la pelota porque no tienen la templanza para sacarla de ahí sin correr peligro. Marouane cumplió su labor en menos de diez minutos, y el gol de la remontada cayó por un ataque suicida japonés: disputaron un tiro de esquina a favor como si se jugaran alargar el partido a los penales. Cuánta inocencia
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