FRANCIA: Hugo Lloris; Benjamin Pavard, Raphael Varane, Samuel Umtiti, Lucas Hernández; Paul Pogba, N’Golo Kante (Steven N’Zonzi, 55´), Blaise Matuidi (Corentin Tolisso, 73´); Kylian Mbappé, Olivier Giroud (Nabil Fekir, 81´), Antoine Griezmann.
CROACIA: Danijel Subasic; Sime Vrsaljko, Dejan Lovren, Domagoj Vida, Ivan Strinic (Marco Pjaca, 81´); Luka Modric, Marcelo Brozovic, Ivan Rakitic; Ante Rebic (Andrej Kramaric, 71´), Mario Mandzukic, Ivan Perisic.
Hace cinco años Paul Pogba, Samuel Umtiti, Florian Thauvin y Alphonse Areola experimentaron la inigualable sensación de ser campeones del mundo en la categoría Sub-20 en Turquía. Esa selección dominó el certamen a través de una superioridad física aplastante aderezada por individualidades técnicas que conformaron un equipo invencible exigido solamente en su primer partido ante Estados Unidos y en la final que Uruguay llevó a la tanda de penales. Ahora en Rusia 2018 la selección mayor repitió esta fórmula que no empalaga los paladares del buen fútbol pero que ha tenido una efectividad incontestable.
Ambos países salieron al campo con su cuadro de gala, el cual encontraron sobre el camino de la fase de grupos, pues es muy raro que un finalista del Mundial llegue a esta instancia sin haber cambiado de planes. Las dudas entonces estaban en la estrategia tanto de Didier Deschamps como de Zlatko Dalic, y los minutos iniciales hicieron ver que, tal vez basado en el orgullo y la esperanza de dar la campanada, el plan del entrenador croata fue muy superior al del francés. A pesar de contar con un día menos de descanso y tres tiempos suplementarios en las piernas, la revelación de la Copa del Mundo fue a presionar desde el inicio a la gran favorita.
No importaba que Mbappé tuviera casi cincuenta metros para correr hacia la portería de Subasic ni el cansancio, Croacia entendió que la única posibilidad de aspirar a la hazaña era ser valiente y sorprender a su contrincante con esa postura. Aunque desde la pizarra fuera el mejor escenario para Francia, el ímpetu de los Vatreni acabó por someter a los galos en su propio campo, sin hallar manera alguna de encontrar a su 10 en transición. La fe del pueblo croata estaba depositada, de nueva cuenta, en el sector derecho de Modric, Vrsaljko y Rebic, sin olvidar las grandes intervenciones aéreas de Lovren que borraron del partido a Giroud.
Durante el Mundial, el ataque posicional de Croacia se había distinguido por ser tan predecible con los servicios al área de sus laterales Strinic y Vrsaljko, sin embargo, su animosidad les llevó a encontrar claridad en caminos distintos para llegar al gol, mismos que fueron obstaculizados por un brillante Umtiti, siempre atento a las coberturas y los cierres milagrosos que ayudaron bastante a Varane, que por primera vez, en una de tantas finales de su joven pero a la vez experimentada carrera, dejó dudas a su alrededor. Francia no sabía cómo defender, dónde esperar la pérdida de balón de Croacia y cómo empezar el ataque hasta llegar a Mbappé. Pero en Rusia las oportunidades le han llegado, en su mayoría, sin buscarlas con tanto empeño. A Mandzukic le ganó el corazón y no supo dirigir su desvío del tiro libre de Griezmann: de la nada, Francia ya ganaba 1-0.
Croacia fue la primera selección en llegar a la final luego de llegar a la prórroga en todos sus partidos de eliminación directa y, no obstante, fue aquí cuando sus ataques tuvieron mayor lucidez. Un amague en un tiro libre a favor para descifrar la trampa francesa en busca del fuera de lugar, el posterior envío pasado que la eludiera y una serie de cabezazos que concluyó en una impecable definición de Ivan Perisic. La sorpresa era muy probable y los franceses lo sabían porque sus rostros mostraban, por primera vez en Rusia, desesperación. Reconocían que nada del sistema que los condujo a la final estaba funcionando y seguían en pie gracias al favor de Mandzukic. Luego, otro favor enemigo lo puso todo de cara.
Por un pequeñísimo instante el mismo Perisic se desconectó del juego y, con intención aunque sin premeditación, sino como acto reflejo, interpuso su mano a la trayectoria del balón en otra jugada a balón parado. Néstor Pitana, siempre en su afán protagonista, le añadió un drama innecesario a la final que, con la anotación de Griezmann, hundió anímicamente a Croacia. En esos minutos que pasaron del reclamo del penalti hasta el exitoso remate de Antoine hubo mucho desgaste mental que acabó con sus fuerzas. Croacia ya había dejado el alma en el campo, el silencio del Estadio Luzhniki lo hizo muy evidente. Francia, sin querer queriendo, lo ganaba 2-1.
Ahora sí los galos entraron en terrenos conocidos y su repliegue fue mucho más cómodo. Descifrada la clave de los ataques croatas, Blaise Matuidi en ocasiones formó una línea de cinco para tapar el costado derecho, impidiéndole a Vrsaljko recibir con los suficientes metros de espacio para enviar balones al área. Solo faltaba la pérdida que derivara en la estocada final, y el artífice de esto fue Paul Pogba, cuyo pie derecho no conoce límites en su superficie de contacto con el balón. Pocos como el del Manchester United para lanzar al espacio y pocos, o casi nadie, como Mbappé para aprovecharlos. El mismo contraataque iniciado por él lo finalizó con un precioso remate desde la frontal.
No hay nada tan desmoralizante en una competencia como estar siendo derrotado por el claro favorito sin que haya dado señas de su superioridad. Ese fue el secreto de Francia en el Mundial, ser superior sin demostrarlo, solo siéndolo en el marcador. Sus rivales no sabían cómo, pero ya estaban perdiendo, ¿qué ilusión hay de vencerlos después de esto? Y, para terminar, Danijel Subasic completó otra desastrosa actuación en el arco. Más allá de su actuación en los penales ante Rusia, el arquero pareció ser el menos creyente de lo que podía conseguir la selección. Disparos de rutina cruzaron la línea de gol sin que él hiciera el menor esfuerzo por frenarlos. Con uno que no esté convencido de lograrlo, el esfuerzo de todos se esfuma.
Así, de la nada, un tiro de Mbappé se volvió en el 4-1. Lloris, dubitativo durante los 90 minutos, le dio un tanto de emoción a los minutos finales, aunque ya no había manera de que Croacia alargara esto. 20 años después, con un 4-3-3 como en el que jugó Deschamps custodiando a Zidane con Guivarch en punta a lo Giroud, acomodando piezas más que aportando de su calidad, Francia alzó su segunda Copa del Mundo. Fueron muy superiores sin serlo. Así impacta más.