El fútbol ha reproducido en muchos aspectos el modelo que ha llevado al mundo a su peor crisis financiera desde la II Guerra Mundial. Las alegres correrías en el mercado futbolístico han producido inflación, quiebras técnicas y la misma impunidad que ampara a los causantes del actual desastre económico.
El plan de salvación de Bush -la inyección de 700.000 millones de dólares para sostener a las entidades que alegremente entraron en una espiral de corrupción y dinero fácil- implica que los ciudadanos tienen que comerse un sapo muy crudo: si no se salva a las entidades responsables del desplome, se derrumbará todo el sistema. De arriba abajo.
Nadie sufrirá más las consecuencias del derrumbe que los ciudadanos, de manera que cuidar de los negligentes es una condición necesaria para amparar a la gente corriente. El fútbol sabe mucho de los manejos turbios de sus dirigentes y de la red que les aguanta. Cuando hay dinero y codicia, hablan de autonomía, mercado y negocio. Cuando sus tropelías abocan los clubes a la ruina, proclaman el valor social del fútbol y exigen la ayuda de las instituciones públicas. Jugar con dos barajas se ha convertido durante los últimos años en el rasgo característico del fútbol y del sistema financiero.
Con el típico misterio que rodea al fútbol español se habla de una decena de clubes al borde del abismo, de la quiebra técnica. Años de excesos han generado las estrecheces actuales. La crisis financiera mundial añade más dramatismo al problema. Sin dinero todo tiembla: todos los mercados, desde el televisivo al publicitario, están acorralados. Y todos esos son los mercados que sostienen al fútbol.
Aunque no están a salvo de la agitación, en el mundo resistirán los clubes más grandes, por mucho que algunos hayan sido responsables de los grandes disparates de los últimos diez años. Ahora no suena extraña, ni heterodoxa, ni caprichosa, la presencia de magnates rusos, árabes o chinos en el mercado futbolístico. Es otra consecuencia del giro que ha dado el mundo. China es el principal prestamista de Estados Unidos. Los países de Oriente Medio y Rusia suministran la energía a Occidente en forma de gas y petróleo. En definitiva, todos ellos disponen de una ventajosa posición que utilizarán en beneficio propio.
Será interesante observar la respuesta del fútbol a los problemas críticos que se avecinan. El capital extranjero se ha apoderado de la mayoría de los principales clubes ingleses. Es probable que ni el Manchester United ni el Liverpool, ahora en manos de capitalistas estadounidenses, queden libres del asalto de los ambiciosos magnates rusos y árabes. El mundo gira y el fútbol, también.
El fútbol español no permite grandes ilusiones. Desorganizada, con una mezcla de peculiares sociedades anónimas -siempre con hilos en las instituciones públicas- y clubes aparentemente controlados por su masa social, caso del Real Madrid, Barça y Athletic, la Liga atraviesa un periodo de incertidumbres económicas y poco saludables perspectivas. El ajuste se anuncia muy duro. Apenas hay mercado, la crisis económica golpea a los principales sectores que alimentan el negocio del fútbol y, por ahora, no resulta una Liga atractiva para los grandes inversores extranjeros.
Por fortuna, las peores situaciones requieren soluciones sencillas, pero eficaces. Una de ellas se antoja más que accesible para muchos equipos españoles: la utilización de la cantera como recurso para amortiguar el golpazo de la crisis. En este capítulo, España tiene una ventaja indiscutible. Muchos equipos, comenzando por el Barça y el Real Madrid, han hecho los deberes: sus canteras producen excelentes jugadores, algo que no ocurre en Inglaterra y entre los principales equipos italianos. Al menos, hay un colchón de seguridad para los malos tiempos.
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