En un ambiente despoblado de ornamentos, en el que sÓlo prima la charla, el programa conducido por Eduardo Cura busca hacer agitar las neuronas. En esta emisión se abordó el fútbol desde una perspectiva analítica.
“Hay buenas y malas ideas. Hay ideas robadas y prestadas. Las hay revolucionarias, anticuadas, superadoras. Hay ideas brillantes y mezquinas, descabelladas, inhumanas, redondas, potentes, oscuras, equivocadas, conspirativas, glamorosas, cobardes, convincentes…” Así comienza el Detonador de ideas, por canal “a”. Nosotros, de curiosos y de necesitados que somos, clavamos la sintonía con la intención de que se nos contagiara, cuanto menos, alguna de ellas.
La propuesta es simple y efectiva: un entrevistador con las preguntas justas (Eduardo Cura) y un entrevistado idóneo en el tema. Todo (y nada más que) eso, en un ambiente minimalista, con un decorado blanco que tiene como únicos dibujos unos bocetos a mano, similares a los que cada uno podría garabatear antes de emprender un proyecto o de cristalizar una idea. Quien respondía, en esta ocasión, era Pablo Alabarces, un reconocido especialista en sociología del deporte. La pregunta disparadora y detonadora era: “¿El fútbol es la última epopeya de los argentinos?”.
Lejos de adentrarse en una pesada disertación intelectualoide, la charla se hizo divertida. Sería tal vez por la fluidez del invitado y la cercanía y afinidad del tema. Sabemos que de fútbol entiende y habla cualquiera: “este líbero tiene que tener más movilidad”, “es mejor jugar con dos enganches”, “¡centrofowards eran los de antes!”. Sin embargo, lo bueno de esta emisión es que se pudo abordar este deporte de multitudes desde una mirada no tan apasionada sino más bien analítica. ¡Sí! sabemos que el fútbol es un sentimiento, pero en esta oportunidad estuvo bueno no verlo desde el cómo se juega (apelando a pizarrón y tiza) sino en cómo se piensa (apelando a lo que significa cada ínfimo acto que rodea la mística del hincha)
Así como lo escucha, usted pensará que fue aburrido. Pero no. Alabarces comparó la épica del tenis más ligada a un “me salvo solo” con la de los deportes colectivos, entre ellos el fútbol. Y, a riesgo de recibir condenas o de disfrutar elogios, el entrevistado se declaró “bielsista”, pero más por un concepto filosófico que por uno táctico-estratégico. El ex técnico priorizaba el juego colectivo sobre el individual y esto a Alabarces le parecía más rico como metáfora constituyente de una identidad nacional.
Escuchamos que los equipos más humildes, que surgieron alrededor de fábricas o de barrios obreros industriales, cultivaron estilos que premiaban la laboriosidad, el esfuerzo y la solidaridad. En comparación, los sectores medios priorizaban la creación individual. Sin embargo, decía Alabarces, hay estilos complementarios y muchas contradicciones que pueblan los relatos futboleros. Y nombró algunas de ellas. Por ejemplo Boca, que se caracteriza por el fútbol aguerrido y luchador, tuvo cracks de buen manejo de pelota de la talla de Maradona o “Rojitas”. River, que siempre se jactó por su paladar negro, tuvo no tan elegantes como al mismísimo Astrada, al “hachita” Ludueña”, un huevo Toresani o -la hinchada recordará- a un “Cuki” Silvani.
No podría faltar la lucha “Menottismo versus Bilardismo”. “Son dos fundamentalismos falaces, no se puede creer que haya un fútbol de izquierda y otro de derecha, es como decir que hay un chinchón socialdemócrata”, afirmó el invitado. También señaló una contradicción que se da todas las semanas en las canchas: “una hinchada es más masculina cuantas más relaciones homosexuales mantiene”, sino pensemos en eso de que le vamos a romper… Bueno, se entiende que no nos referimos a los ligamentos cruzados.
Así, de a poco pero sin pausa, seguían las detonaciones en nuestra cabeza. Y realmente lo celebramos, porque hace falta, de vez en cuando, despabilar las neuronas y no quedarnos, en este caso, sólo con la cáscara de la pelota.
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