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viernes, 22 de agosto de 2008

Las torres y los gigantes.

Suelen ser hombres de presencia dominante líderes casi a su pesar. No se puede ser mediocre y libero al mismo tiempo.

Desde que el austriaco Karl Rappan varió el diseño de la WM en la selección suiza del año 1954, hurtando un centrocampista y poniéndolo como hombre sobrante detrás de la defensa, han pasado cincuenta y cuatro años. Como el hombre libre nació para barrer detrás de los marcadores, siendo el ultimo responsable de la llegada del delantero, hay quienes prefieren llamarle el tope dado que es más fácil pasar sin el balón, sí el delantero decide conservar el balón es muy posible que solo pase el balón, este último hombre de la cueva barra con todo aquello que manche su área.

La idea de Rappan cundió en Italia con el nombre del Catenaccio y el libero encontró la traducción en el mundo entero. Esta acta fundacional no oculta la siguiente verdad futbolística: los buenos siempre jugaron delante y los malos atrás.

Los viejos y enormes centrales tienen su cementerio lejos del área. Así lo estipulo en el clásico 3-5-2, que provoco la llegada mas continua de jugadores de la talla y peso como el holandés Van Basten, el alemán Klinsmann, se ensancho el espacio de los perseguidores y apuntalo la media cancha en un roce de brutalidad y clase. Esta reconversión produjo un juego cada vez más espectacular, pero lleno de individualidades los equipos, como siempre hay una excepción y encontraremos la naranja mecánica holandesa, el equipo de Johan Cruyff que se decidió en conjunto, si todos juegan todos marcan y si marcan será un gol para el equipo, nunca para el delantero.

Para algunos la defensa del equipo se centra en la interminable cantidad hombres, que necesitan burlar para encontrar por ultimo al portero, hay otros especialistas que comparan en esta línea y contemplan al portero uno más del club, por favor cada posición requiere de estilo y si no pregúntele a cada italiano que sabe pegar en las rodillas y espinillas, sin que pareciera más que un tallón; Hay jugadores que aprendieron a jugar corriendo hacia atrás, pero hay quienes ubican las malditas zonas, cuando a cada hombre le asignan un pedazo de la parcela del terreno, el jugador va modificando su posición dentro de ese espacio en función de donde se ubica, César Luis Menotti nos dice que “la zona es la libertad”, dado que solo compete los problemas mientras el balón este dentro de tu área mientras que te obliga a tener el principio del conjunto y obliga a la coordinación colectiva; No es fácil explicarle a quien ha corrido siempre tras su rival que la mejor manera de conseguir el objetivo es solo esperarlo y tenderle una redada con sus compañeros de juego, este pequeño cambio en el guion provoca el error de los jugadores y deslinda las responsabilidades de cada área siendo el director técnico que tenga que ensayar este principio de compañerismo con mayor énfasis.

El concepto de la zona es irrefutable las escuelas del fútbol lo han adoptado incluso peleado con él y mutándolo al marcaje mixto donde se ve refleja el acopio de una zona más un chambelán que tendrán que estar siempre pegados y turnarse a la pareja de baile en cada jugada, como si esto evitara que los hombres no cometieran errores, por más tiempo que pase un defensa atado a su rival e incluso pintándole donde empieza y acaba el área que le toca defender, no evitara que en dos segundos pierda el eje de su posición y vea a su rival a su espalda, lo demás se traduce en que los muros siempre tendrán pequeñas o grandes grietas donde se puede colar un balón.

El fútbol actual ha cambiado y aquella zona pasiva de retrocede y espera cedió el paso a la zona más agresiva haciendo de la defensa el arte de atacar, siendo estos hombres aquellos que ya no solo van a rematar en cada tiro de esquina, sino que sus intervenciones en más de medio campo han sorprendido y desajustado a cada equipo rival, y si contamos que el defensa no solo sabe reventar balones y es capaz de dar un buen pase o de sacar un tiro con dirección están siempre en frente de aquellos que saben que el ataque son tan cómplices el que mete el gol y quien lustra los zapatos, como el defensa que vio pasar al jugador y quien erró el pase, ya que cada miembro ha participado en el encuentro y muchas veces el aficionado culpa al juego en el mejor de los casos, pero el de las rechiflas es el último jugador.

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