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viernes, 22 de agosto de 2008

El territorio enemigo.

En varios recuerdo de mi niñez y las y las tardes enteras corriendo detrás de un balón, en un partido que no pareciera que tendría fin, con marcadores sin abultados tantos que perdíamos las cuentas después de la tercera anotación y en último minuto antes de que nuestras madres fueran por nosotros a la llegada de la noche, alguien gritaba “El que mete el gol gana”. Y el partido se ponía serio, se probaba a uno mismo, en donde una jugada marcaba irse a dormir con una sonrisa pintada en los labios y otra con cara de fracaso de toda una tarde.

Lo ideal siempre será para los románticos del fútbol es jugar bien y después hacer anotaciones, pero para la mayoría de los equipos son primero los resultados y estos se consiguen a base de goles aunque no se juegue bien se gana, perdiendo el estilo y con una mediocridad de un gol de ventaja. Algunas selecciones compiten por la dignidad y otras por el título, pero la mayoría necesita de un gol para desplegar su mejor fútbol, se trabaja con excesos en debilitar al rival y poco se hace por causar sus errores. El que recibe el gol está obligado a cometer imprudencias y el que lo marca tiene el privilegio de aprovecharlas.

Son estas la virtudes que son responsabilidades de solo una posición en la cancha, aquel que deja el desgaste de recoger el balón y solo exige balones de más de tres cuartos de la cancha hacia delante, la oportunidad y el deseo de todo jugador ocupar y la posición de delantero, pero también en sus mejores espectaculares es el único que es apedreado por los seguidores y criticado por cada tiro frente al arco que no culmina en una anotación, es un villano y héroe en cada jugada puede llevarte a conquistar el mundo con solo un tiro de sus botas o al remate certero de un frentazo, como complicarse la jugada y solo puntear con cualquier parte de su cuerpo para lograr la anotación, pero también los tipos de cada uno de esta especie padece de sus propias virtudes, el que es alto cual torre de alfil son solo un poste mas dentro de la cancha que no logran hacer más que los goles con la gran altura que la naturaleza les dio, es cierto que con goles se ganan los partidos, pero también con ellos se hacen jugadores de talento y no oportunistas, pero el fútbol siempre pensó en estos jugadores y hoy día dejaron de ser tan incompletos ya que la altura paso a ser de un requisito a un extra, por si se permiten las anotaciones con remates de cabeza, los pies también juegan y es ahí donde nacen los centros, donde cada delantero se ve que tan frió es ante el portero y mas de la mitad de estas grandes torres pasan a ser cambios para los últimos minutos donde el equipo va perdiendo y solo necesita de un gol para el empate o el gane.

La emoción del goleador es algo privado, corre desesperado hacia ninguna parte, no tiene prisa, al contrario, quisiera detener el tiempo. Otro se tira al piso y es aplastado por sus compañeros; no sufre al contrario es el mas feliz de todos, los goleadores viven para esa poderosa locura y sin embargo no pueden explicarse. El gol nos devuelve a la infancia de modo que no extraña ver a un hombre echo y derecho subir al alambrado, hacer avioncito o cualquier otra expresión casi ridícula. También el comparto de la pasión con imágenes en la playera de los seres que lo motivan a seguir jugando para mi solo es un acto que desborda tal alegría que las palabras no podrían representar tal dicha mucho menos compartirla con los demás, es un egoísta en todos los sentidos de la palabra y que mejor ejemplo que el mexicano Hugo Sánchez, un ídolo merengue que vivía y jugaba para ganar y ni en la calle, ni en la cancha daba tregua. Solo el gol, el símbolo del triunfo, le rendía un mínimo homenaje aéreo. Cuando a sus pies estaban otra vez sobre la tierra, volvía a sus concretas luchas. El moreno mexicano del Madrid era entonces un atleta acróbata calculador y certero. Su agilidad lo hacia espectacular, la técnica de su zurda le concedía el privilegio de ser exacto y su inteligencia la usaba para ser impecable. Por constancia, agresividad y fe en si mismo, se hizo indestructible. Su calidad lo hizo grande.

Marco van Basten y Hugo Sánchez, el delantero cordial y el feroz delantero fueron dos formas opuestas de ser especialistas. Dos 9. Dos maneras antagónicas de llegar al mismo gol y de servir al mismo espectáculo.

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