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jueves, 21 de agosto de 2008

La mano de Dios

Hay quienes creyeron en un solo hombre, en una sola pasión hacia el deporte y depositaron en sus pies y talento toda una expresión de ver el fútbol, no faltaran los relatos que ubiquen en choques y posturas distintas de las grandeza de cada jugador, pero en este sentido solo hablaremos del Diego ese pibe nacido de los suburbios de Argentina, donde la casa es modelo del sacrificio; la calle escuela de la picardía y el fútbol la mas hermosa y barata posibilidad de alegría. En el barrio de Vila Fiorito la pelota era un tesoro comunitario es ahí donde la pelota se encontró a una zurda bendecida por los dioses del fútbol “si es que estos existen”.Los balones empezaron a obedecer como nunca antes y como nunca mas, a las delicadas ordenes de un pibe de baja estatura regordete a la vista de quien le mirara, pero con seño de picardía que contagiaba, a quien le viera en el rostro una sonrisa de amor por cada vez que pisaba el balón, lo escondía para presumirlo a su atacante y pasa de largo dejando el sueño roto de quien osara enfrentarle.

Los domingos, en los descansos de los grandes partidos, Maradona recogía aplausos cual prestigitador, con el atrevimiento de un loco. Como todos los fenómenos ahorro ciclos de aprendizaje y a los 15 años donde los niños sueñan a ser futbolistas el pisa la cancha para disputar su primer partido en primera división del Argentino Juniors y por esa satisfacción se olvido de vivir la adolescencia, es ahí donde hinchas de todos los barrios traicionaron los colores de sus equipos por ver a aquel genio. Algunos lo confundieron con Dios y quien en aquellos entonces era capaz de contradecir la palabra de los mayores.

El numero 10 estaba echo para aquellos que solo podían expresar tan gran complicidad con el balón y el Diego sabia que lo tenia tatuado en su vida, pero el fútbol también sabe de dolor y fue poco antes del mundial de 1978, el entonces director técnico Cesar Luis Menotti le dio el golpe mas duro en la vida del Diego, donde en una conferencia de prensa tenia que descartar a tres de los veinticinco jugadores que con los que venia trabajando, es ahí donde con una gruesa voz, el volumen mas bajo para respetar el dolor que iba a causar y cumplió con su responsabilidad. Cuando Maradona escucho su nombre le sonó a sentencia de muerte, pero el tenia estilo propio y si hay alguien que no sabe ser hipócrita es el. Nunca aprendió. Dos días después había partido en la liga y el “Pibe” jugo para olvidar, marcando tres goles y no olvido. Nunca olvida.

Pasaron los años y con ellos los triunfos conseguidos. Un titulo mundial juvenil en 1979, 166 partidos y 166 goles en los cuatro años en su Argentino Juniors; 40 partidos, 22 goles y su primer campeonato en Boca Juniors.

Llegaba el momento de pedir la revancha y el fútbol tan bondadoso siempre te da la segunda oportunidad y el lo sabia, a la edad de veintiún años el fue llamado al mundial de España, Siempre con la actitud de salir a morir en la cancha, con sus agujetas desatas y aun a si me es de asombro que tal visión del campo, sus inventos inconcebibles, su técnica depurada como si el balón lo trajera pegado a los pies, y su físico que respondía al desafió del rival, un hombre nacido para el fútbol que había encontrado las condiciones propicias en un país que admira a los talentosos. Tenia la pasión por lo que hacia y el coraje de ser el mejor, pero dirán algunos que la crueldad no es solo para los que saben soñar, también para aquellos grandes que su talento desborda pasiones y fue cuando los marcadores a los que se enfrento contaron con la complicidad arbitral. Otra vez Diego regreso a su casa en un marco familiar donde sepulto su tragedia, pero regreso con la experiencia que faltaba donde un hombre no es un equipo.

La conquista de la vieja Europa se torna en aplausos a su llegada al Barcelona, donde los números no hacen más que hablar de una inadaptación arrojando 22 goles en 36 partidos para las dos temporadas que jugo, para los aficionados solo fue un sueño verlo en la tan complaciente liga española, si alguien me lo preguntase yo diría que perdió el partido con la hepatitis “B” que sufrió y lo obligo al traspaso.

Es gracias a su traspaso a un equipo sin antecedentes en el mapa futbolístico de Italia y sus títulos que no bajaban mas haya de la vista de Roma, parecía que el Nápoles no merecía a semejante genio en sus filas y recibido en San Paolo con un frase de esperanza “Llega el profeta del scudetto”. La flaca historia de su nuevo club agrandaba el desafió; se trataba de revolucionar lo antes visto cambiar la geografía, hacer de aquel club de jugadores acostumbrados a jugar bien y nuca ganar nada, campeones.

Maradona y el Nápoles se enamoraron a primera vista, pero ese noviazgo como todo en su vida nuca fue estable, la ciudad lo uso como bandera de triunfo y el resto de Italia como símbolo de inferioridad del sur: “Nápoles esta al norte de África y Maradona es el más africano de todos”, decían.

Un octavo puesto el primer año, un tercero el segundo y la llegada de un nuevo Mundial, un mundial que la gente nunca olvidara, donde la gente andaba en buscando héroes y faltaron adjetivos para festejar la llegada de un seductor de multitudes, de un guerrero de sutiles armas, de un mago con los trucos en los pies. La bienvenida no se hizo esperar y con los brazos abiertos Méjico 86 fue testigo de una de las copas del mundo mas aplaudidas y de mejor despliegue futbolístico que los hombres han presenciado en la historia del torneo, recuerdo haber leído en alguna revista que cuando Maradona jugo su primer partido en Méjico la prensa lo recibe con las palabras de un palestino de apellido Darwish “Tiene el rostro de un niño o el de un ángel y el cuerpo de un balón de fútbol.”.

Era nada menos que un hombre que a veces parecía muy solo, que apoya la seguridad en las supersticiones y que antes de los grandes partidos bromeaba con todo el que se le ponía enfrente, el jugaba a eso a preocupar al de enfrente y salir jugando con el balón.

Fue Importante en todos los idiomas, el mejor, el campeón, el más grande de todas las canchas. También el peor hombre en toda la tierra y si no, ahí estaba su mano de Dios para demostrarlo. El dormía lo mismo.

En este mundial marca el clímax del mejor vendedor del espectáculo o el holocausto del último genio del fútbol, si los imágenes son bondadosas con lo que se vivió bajo el sol azteca, veremos los números juegan dentro de una cancha, diez segundos es mucho tiempo en la vida de un héroe. Diego Armando Maradona danzo y salio como un bólido, con el balón, el cuerpo y las velocidades, le dio gato por liebre a cinco súbditos del imperio británico y finalmente puso un gol maravilloso en la mente de cada hombre y haciendo el gol mas soñado por cualquier niño que hace del balón su cómplice. En el libro de “Yo soy el Diego”, relata este gol con una historia añeja, donde el hacia el mismo cruce y un camino particular pero al enfrentarse al arquero trato de acomodarse el balón a su pierna buena y no ala de palo como el le llama, este ultimo movimiento había permitido que el arquero le leyera la cabeza que entonces solo pensaba en golpear el balón, el héroe fue otro el gol solo quedo en la garganta de los aficionados en aquella ocasión, pero el no olvida, y en el partido ante los ingleses su instinto nato le llevo a burlar a ese ultimo que años atrás le había quitado la gloria y prefirió solo tocar con un suave gesto de humildad a su compañero que lo había acompañado desde propio terreno hasta la meta de su rival, desbordando el grito de triunfo ese rugido que es encerrado durante el partido hasta que un hombre lo libera esa bestia que se encajona en la palabra gol. Lo vi mil veces, lo he soñado otras mil y no sabría como narrarlo. Diez segundos, diez toques y solo un héroe con el numero 10.

Como un momento hace perder a nuestros héroes y creen que tiene el derecho de robarnos el sueño, el Diego es uno de ellos, con un gol compro al mundo e hizo de la historia parte de su vida, Levanto la copa del mundo con el peso de Argentina en una mano y en la otra la mano de Dios.

En Nápoles ascendió al altar. Dos veces scudetto, una copa de Italia, una UEFA y el escándalo convulsionado de cada temporada. Maradona lo había conseguido, altero el mapa futbolístico de italiano y cada vez atacaba con letras más grandes. En la cancha el mejor en la calle el peor, esa relación que entre el odio y el amor envolvió al Diego durante toda su vida, el periodismo hizo de esta relación el negocio de su vida, durante la semana el Diego vendía por la boca y los domingos por los pies, solo esa visión de desproporción periodística hace de él un jugador mas importante que el juego.

Durante el mundial de Italia 90, italianos y argentinos se enfrentaron en Nápoles para definir a unos de los finalistas del campeonato. El intuitivo hijo de Villa Fiorito puso el enchufe nacional con pocas palabras, “Me fastidia que se pida ayuda a los napolitanos que durante 364 días no son considerados italianos”. La respuesta no se hizo esperar y fue en el mismo sitio donde se recibió al genio, en San Paolo con letras de doble lealtad los anuncios invadieron las calles con las frases de “Maradona en el corazón, Italia en el coro”, “Diego, Nápoles te ama pero Italia es nuestra patria”, tan frías y calidas palabras sacudían a cualquiera que haya visto los letreros. Maradona es tan grande como Italia o al menos para mi, otros cronistas prefieren decir que era casi tan grande como Italia.

Argentina gano, pareciera el holocausto de un ídolo caído, el espectáculo que se vio desde las pantallas de televisión fueron el acopio de un sentimiento que solo podía expresar las mantas que se ubicaron en la concentración argentina, con mas de cien jóvenes agitando una inscripción que decía “Maradona, Milán te odia” y coreaban con la desgana del perdedor, una simple canción “Maradona, figlio di puttana”. Me preocupo el vencedor, que le quedaban todavía tres años de contrato, y una temporada empezando por el sur de Italia y terminando en el norte, jugando un tétrico pim-pon con Maradona por pelota.

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