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jueves, 28 de abril de 2011

La Sub-17 el Futuro TRI y sus tragedias

La vida y sus acontecimientos inesperados. Un día cualquiera, sin entender por qué, un sueño se transforma en pesadilla o una pesadilla en esperanza. Es esa rueda, la de la caprichosa fortuna, la que hoy decidió que un joven de menos de 17 años recibiera la peor noticia previa a una Copa del Mundo: una fractura que muy probablemente lo marginará del único torneo en que México realmente sale con la certeza de que puede ganarlo, el único en el que los fantasmas de la mediocridad han sido derrotados, al menos en una memorable y eterna oportunidad.
Carlos Zacarías, defensa central de los Tigres, comenzó el partido ante Canadá con deseos de seguir ganándose la confianza de Raúl Gutiérrez y el agrado de la directiva felina. Diez minutos más tarde, se dolía por una lesión trágica que lo dejaba como el primer sacrificado de una batalla en la que tendrá que aflorar el carácter de adolescentes llamados a actuar como adultos cuando se enfrenten a ese apoyo tan nuestro, tan capaz de mutar en presión y abucheo a la menor provocación; quizás tan peligroso como los propios rivales.
Buscarle razones al infortunio resultaría demasiado ocioso. Las cosas, buenas o malas, son como son y no podemos modificarlas. “Cambiaría el resultado por la lesión”, dice Raúl Gutiérez… sí, todos quisiéramos hacerlo, pero no somos más que piezas en este ajedrez de hechos insospechados.El hubiera no existe, no vale…
Lo que sí vale, aunque todos odiemos escucharlo cuando nos encontramos en problemas, es decirle a Zacarías que se trata de una prueba de vida, de un obstáculo que tendrá que superar para cumplir su sueño dentro de las canchas.
Un técnico que no demostró nada como tal, pero con una probada capacidad retórica, lanzó una frase de consuelo que se me quedó grabada: “Las tragedias de hoy son las anécdotas del mañana”.  Siempre es así. Así fue para Juan Manuel Lillo, orador probado y estratega fracasado, después de hundir a los Dorados y así será para Zacarías, a quien habrá que pedirle que luche porque esa anécdota se convierta en una que lo movió a ser aún mejor y no en una sentencia de muerte profesional.
A los otros, a los que siguen en pie de guerra, habrá que motivarlos, que ponerles este triste caso como muestra de lo vital de cada acción dentro y fuera de la cancha

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