Pocos jugadores me generan tanta frustración como él. Podría ser un grande, pero nunca se decidió a serlo. Adolfo Bautista siempre se ha comportado como el estudiante que se sabe capaz y que sólo decide esforzarse cuando se le ocurre,cuando quiere aspirar al diez más por presunción que por verdadero amor hacia lo que hace. Es el típico que da según su estado de ánimo, sólo que recurrió tanto a esta fórmula que ya hasta cuando quiere no puede, pues la mediocridad pasó de ser una elección a una piel de la que ya no puede despojarse.
Bautista siempre ha sido un Cuauhtémoc Blanco en potencia. Su figura no es la más atlética, su look lo hace ver más carismático de lo que en realidad es y posee, porque supongo que ese talento aún lo tiene escondido por algún lugar, capacidades para hacer la jugada diferente en el instante en que los demás conciben convencionalismos. Es diferente, un jugador virtuoso por naturaleza pero conformista por elección.Sí, un Blanco en potencia, sólo en potencia. Cuauhtémoc se molesta consimo mismo cuando se le va una grande; Bautista, cuando ya ni siquiera juega, prefiere culpar a los promotores que sumergirse en su paupérrimo nivel para recuperar el terreno perdido.
Cuesta entender porque caer en lo oscuro cuando se tiene todo para brillar. Cuesta comprender porque un hombre capaz de provocar el más vulgar ardor de Boca Juniors en la Bombonera y de dar títulos a entrenadores con los que está peleado decide vivir en el terreno del profesional mercenario, ese que sólo se fija en tener los bolsillos llenos de dinero y no en llenar las vitrinas que a la postre recuerden a un jugador que aprovechó las virtudes que millones hubieran deseado.
Bofo se resignó a ser del montón antes que casi todos los que lo observábamos. Aguirre y Carrillo creyeron en él, Vergara sigue confiando en él, la afición aún rinde algunos aplausos de esperanza, yo todavía lo pongo como un Cuauhtémoc en potencia… No más, es hora de aceptar la triste realidad: Bautista no es un Blanco potencial, es un Damián Álvarez consumado. No me refiero a la Chilindrina, sino a ese que de cuando en cuando nos regalaba jugadas únicas y que hasta se atrevía a tener su marca propia sobre el rectángulo verde al hacer la damiana. Los dos talentos desperdiciados, los dos un lamento para la naturaleza del futbol.
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