Ya se ha escrito en diversos espacios de la existencia de un aficionado cada vez más globalizado. La explicación más sencilla es que los sistemas de cable cada vez se han vuelto más populares y que estos, junto a Internet y otras plataformas, han posibilitado que el aficionado mexicano esté más en contacto con el futbol europeo y que cuente con mayores recursos para decidir qué tipo de juego es el que más le agrada.
A la explicación arriba citada habría que añadir la naturaleza “aspiracional” del mexicano, que siempre ve lo bueno en lo ajeno y lo negativo en lo propio. Hablar del Real Madrid, del Barcelona, del Manchester y hasta del Schalke 04 se ha convertido en un tema de status. Los jóvenes son un espejo claro de ello. Se les puede ver por la calle en un día cualquiera y hasta en alguna salida nocturna con playeras entalladas del Barcelona, de Italia, del Real Madrid o de cualquier equipo de renombre, pero difícilmente, salvo que se trate de una jornada en que habrá partido, se le podrá encontrar enfundado en la camiseta de su equipo, aunque en su defensa debe reconocerse que muchas veces es más la presencia de los anunciantes que de la escuadra en sí misma.
Fácil y cómodo aceptar que la globalización ha terminado por aterrizar en nuestro balompié, pero irresponsable que la industria no haga algo al respecto. Si no se puede competir en presupuesto, sí en la experiencia de consumir el futbol mexicano, en el trato que el aficionado recibe y hasta en la calidad de los productos que se ponen a disposición de los aficionados.
En una batalla tan desigual, en la que a los equipos locales les quedan escasos recursos para competir ante los transnacionales, cada detalle cuenta. La calidad y el diseño de la playera; la limpieza en cada rincón del estadio; las transmisiones televisivas; la cantidad de patrocinios; el espectáculo dentro del terreno de juego; la abolición de la reventa… Muchos temas que de ser atendidos correctamente colocarían al futbol casero dentro de la agenda de los jóvenes que no entienden para qué concentrarse en Reinoso y Real si tienen como alternativa de importación a Guardiola y Mourinho.
El primer paso sería identificar qué se está haciendo bien y fortalecerlo hasta el punto en que pase de ser un accidente a una constante. Por ejemplo, el torneo de liga actual ha ido mejor de lo esperado. La probable presencia de los “4 grandes” en la liguilla representa una oportunidad de oro para que los jóvenes de Pumas ocupen los espacios que les corresponden; para que Reinoso demuestre que de verdad el América puede ser lo que hoy sólo el cree que puede ser y para que Cruz Azul acabe de una vez por todas con una tragicomedia tan repetida que ha terminado por fastidiar.
Al futbol mexicano del presente le vendría bien encontrarse con un fenómeno semejante al del Bicampeonato de los Pumas, al del dominio ochenteril de las Águilas o hasta al del ya oxidado éxito celeste de los setentas. ¿Por qué? Porque ello representaría tener a quién vencer, significaría que los equipos dejaran de estar en una montaña rusa en la que cualquiera puede ganar para concentrarse en un trabajo sólido y consistente que les permitiera vencer al que presume ser el mejor.
La rivalidad entre América y Cruz Azul es una muestra. Conforme más partidos discurrían sin que la Máquina venciera a las Águilas, mayor atención y énfasis se ponía, pues se hablaba de maldiciones, conjuros, héroes, villanos, fortuna y tragedia. Había una historia que contar, un relato en el que había buenos y malos con roles definidos y no con esos vaivenes que presumen regularidad cuando en realidad implican la depreciación de un balompié que hoy carece de gigantes a vencer.
Los transnacionales, incluso ellos que parecieran no necesitarlos, tienen sus propios casos. Nunca antes había importando tanto ganar la Copa del Rey; e importó tanto porque Barcelona parecía invencible y porque el Real Madrid había padecido durante años un dolor que incluso hoy ni siquiera puede darse por concluido. Aunque hubiera sido un partidazo por el hecho de se que enfrentaran el Madrid y el Barcelona, las implicaciones habrían sido distintas de no contar con los antecedentes gloriosos de Guardiola y sus dirigidos.
El futbol mexicano tiene dos opciones: asumirse como víctima de la globalización o reconocerla como una invitación para mejorar, para replicar buenos ejercicios y para construir rivalidades que siempre tendrán como principal ventaja el sentido de pertenencia, ese que esta semana vivió una nueva edición de la conquista española
No hay comentarios:
Publicar un comentario