Predecir el futuro de Nery Castillo tras su regreso al futbol griego entraña un muy elevado grado de dificultad. Después de aguantar numerosos golpes de la vida y del propio futbol, el artillero mexicano abre una de las dos puertas que parecían reunir las condiciones necesarias para reencontrar el nivel perdido (la otra, desde mi perspectiva, era nuestra liga). Sin embargo, pese a haberse convertido en un ídolo en sus mejores años con el Olympiakos, nada le garantiza actividad constante, especialmente si es incapaz de entregar buenas cuentas con celeridad.
No me atrevo a condenar al fracaso a Nery, pero tampoco firmaría que va a resurgir de las cenizas. Debe tomarse en cuenta que ni siquiera en Chicago, donde detrás de su contratación también había una estrategia de mercadotecnia, además de un técnico mexicano, pudo hacerse de un lugar.
A Nery se le acaban las oportunidades. Después de tanto peregrinar, él mismo debe comprender que no todos están mal y que cuando pasas por tantos clubes sin asentarte al menos en uno es porque algo dentro de ti está fallando. Ojalá se trate de una lección ya aprendida.
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