Algunos llegan del atletismo atraídos por las verdes sendas, otros de deportes en equipo, como el rugby y el hockey -como en mi caso-, queriendo re-encontrarse con ese espíritu de equipo difícil de comparar, también están los del mountain bike con ansias de nuevos desafíos e incluso están los que jamás hicieron deportes y venciendo su timidez se acercaron a probar.
Cada uno por un motivo distinto, con su historia personal, sintió curiosidad, se sintió atraído, y se decidió a intentar. Primero su gran victoria fue terminar la carrera y luego empezó a entrenar un poquito más y más, con la idea de sufrir menos y disfrutar más de los paseos y paisajes fabulosos.
Está claro que este no es un deporte para iniciarse desde chicos, es un deporte que se elige por motus propio, un deporte que se empieza a conocer despacito y termina transformándose en una filosofía de vida. Deporte en contacto directo con la naturaleza, que nos enseña a cuidarla y respetarla. Deporte que nos exige sacrificarnos al máximo, y seguir adelante aún en las condiciones más duras. Deporte lejos de los grandes titulares y de los flashes, pero tan cerca de nuestro espíritu.
Los que hacen Deporte Aventura no hay una vez que no se pregunten por qué sufrir tanto. La respuesta es simple: La satisfacción de haber cumplido el objetivo es tan inmensa que no se puede expresar en palabras. Las sensaciones que pasan por la cabeza de los corredores es amplísima, desde la desolación más grande hasta la euforia indescriptible. El punto es que esos momentos se transforman en inolvidables, dejando una marca imborrable y ansias de nuevos desafios.
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