Verle los puños crispados a Jorge Achucarro y a Bruno Marioni por saberse eliminados de la Copa Libertadores en el último instante, es una muestra de orgullo y fiereza que uno quisiera verle siempre a un equipo que murió luchando. El no masticar una derrota cuando ni siquiera se era favorito en los pronósticos es una manifestación de compromiso y entrega.
Qué diferente fue ver y escuchar a los jugadores del América que nunca pudieron tomarle la manija a un partido en el que sólo una catástrofe les hubiera impedido pelear por el boleto a la Libertadores. Ya sabe usted que así ocurrió; que el Atlas, aparentemente predestinado a perder, dio cuenta de unas Águilas sin brújula ni convicción.
Pese a que generalmente la historia no la escriben los vencidos, el contraste entre la forma de perder de uno y otro genera sensaciones distintas. Atlas fue orgullo. América maneja la resignación con tal naturalidad que espanta.
De nuestros tres calificados a la Libertadores, tanto Chivas como Pachuca cuentan con la garantía del buen futbol y la experiencia acumulada en torneos internacionales.
Pese a haber avanzado en el extremo de los penaltis, los dos abren la página de la esperanza porque pueden hacer algo sobresaliente.
San Luis, el calificado de antemano se desmanteló y sufrirá en su intento. El tiempo dirá.
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