Hace algunos meses, en plena eliminatoria mundialista, la mayor preocupación del cuerpo técnico radicaba en hallar jugadores que pudieran acabar con la dañina dependencia hacia lo que hiciera o dejara de hacer Cuauhtémoc Blanco sobre el rectángulo verde. Si no era el viejo experimentado y ganador de mil batallas, resultaba muy complicado si quiera imaginar que algún otro nombre pudiera aparecer para salvarnos de la catástrofe.
En los días que discurren, el panorama luce menos pesimista. La irrupción de elementos como Javier Hernández y Aldo de Nigris permite alimentar la esperanza de contar con elementos que prueban la existencia de la materia prima requerida para brillar con luz propia a nivel internacional. Se confirma que la falta de talento no es tan alarmante como la escasez de oportunidades que se otorgan a jugadores egresados de las fuerzas básicas.
La súbita aparición de artilleros que levantan la mano para exigir un boleto en la lista definitiva de Javier Aguirre para la máxima justa balompédica del orbe no sólo resulta útil para estos futbolistas, sino también para Miguel Sabah, Guillermo Franco, Carlos Vela y compañía, quienes se habían acostumbrado a ser convocados más allá del momento futbolístico por el que atravesaran. Los dos últimas sabían que el simple hecho de estar en el extranjero les garantizaba el acceso a la representación tricolor.
Para continuar con la sensación de optimismo será menester dar el siguiente paso, mismo que implica una auténtica marcha contrarreloj. La Selección Mexicana necesita encontrar a ese eje de ataque alrededor del cual gire la producción ofensiva. A lo largo de este proceso mundialista, muchos nombres han desfilado, pero ninguno, además de Cuauhtémoc, ha podido apuntarse como una solución en una cantidad significativa de enfrentamientos. De estos cotejos amistosos debe surgir el nombre que encabece el ataque nacional.
La primera de dos tareas está medianamente hecha. Han surgido nombres, aunque aún no los suficientes, como posibles hombres de relevancia para la oncena azteca. Corresponde acelerar los procesos e impulsar una lucha en la que los ya conocidos y los que apenas inician su andar con la Selección compitan deportivamente por ser elementos que marcan una etapa en la historia del balompié nacional. Si el segundo paso no es dado, muy poco podrá esperarse del futbol mexicano en Sudáfrica 2010.
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