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miércoles, 25 de abril de 2012

Se termino el sueño de la orejona para los Merengues

El Bayern Múnich certificó en la tanda de penaltis la cura de humildad que ayer martes inició el Chelsea. Una cura de humildad para prensa y aficionados, que nos frotábamos las manos ante la posibilidad de vivir un partido histórico en la final de la Liga de Campeones. Nunca para Real Madrid y Barcelona, que en ningún momento minusvaloraron a sus rivales.
El Madrid ganó en su partido ante el Bayern por 2-1, pero sólo le bastó para forzar la prórroga y acto seguido caer eliminado en la lotería de los penaltis. Iker Casillas, vitoreado por el Santiago Bernabéu, estuvo a la altura de las expectativas al detener dos penaltis, pero su labor no fue suficiente ante los fallos de Cristiano —primer penalti que falla con el Madrid—, Kakà y Sergio Ramos.
Lo cierto es que, salvo en la prórroga, el Real Madrid nunca dominó el juego. Y con juego no me refiero a la posesión —que tampoco— sino a tener el control del partido, jugar a lo que él quisiera. A los diez minutos se vio con un 2-0 en el marcador, pero fue más fruto de la casualidad que de una salida fulgurante, de un asedio. Un 2-0 con ambos goles de Cristiano Ronaldo que encarrilaba la eliminatoria, pero que no alteró un ápice las intenciones del conjunto bávaro.
El Madrid parecía partido, completamente sobrepasado en la lucha por el centro del campo. Kroos dirigía el juego a su antojo, y las continuas subidas de Alaba por la izquierda y Lahm por la derecha convertían cada ataque alemán en una acción de superioridad. Siempre había algún jugador del Bayern desmarcado, debido no sólo a la superioridad en el centro sino a desajustes defensivos en el Madrid. Desajustes provocados principalmente por Marcelo, notable en el ataque —aunque se está acostumbrando demasiado a subir conduciendo y nunca desdoblándose—, impecable en el uno contra uno ante Robben, pero con graves lagunas defensivas provocadas principalmente por su actitud y falta de atención. Sirva de ejemplo la oportunidad de Robben al poco de iniciarse el encuentro, ganándole la espalda al lateral brasileño y rematando sólo en el área pequeña. O la acción del penalti de Pepe —a pesar de esta acción, excepcional eliminatoria del central portugués—, en la que el Bayern aprovecha un agujero en su banda para colgar un centro a placer. Es una de las razones por las que en líneas generales Mourinho prefiere a Coentrao: conforma una línea defensiva junto a sus compañeros en la zaga más rígida y colectiva que con Marcelo.
El aspecto físico es otro punto donde el Madrid se ha encontrado totalmente superado. No es de extrañar, teniendo en cuenta que tres días antes tuvo que jugar un partido de la misma trascendencia. La tensión del clásico del pasado sábado pasa factura tanto física como mentalmente, y al igual que al Barça no se le veía fino ante el Chelsea, al Madrid se le veía agotado a los 10 minutos de la segunda parte. Por eso, no creo que la intención del Real Madrid fuera otorgarle el dominio del esférico al Bayern. Simplemente creo que no ha tenido la capacidad de arrebatárselo hasta que las fuerzas se han igualado en la prórroga y los de Mourinho han pasado a dominar el juego, hasta el punto de incluso tener alguna que otra oportunidad de hacer gol.
¿Deben saltar las alarmas? No. Aunque el Madrid ya está logrando títulos, sigue siendo un equipo joven, en construcción y continuo aprendizaje. Que es evidente que todavía tiene puntos débiles que deben corregirse, pero que ya es capaz de luchar por los tres títulos cada temporada. Y aunque ahora muchos dedos señalarán a Mourinho, puede que algunos con razón en lo que respecta a esta eliminatoria, él es el máximo responsable de la competitividad de este equipo. Se ha perdido una gran oportunidad de levantar la Décima, pero no será la última del Madrid de Mourinho.

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