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miércoles, 25 de abril de 2012

América busca la racha perfecta en los clásico nacionales

Panoramas muy diferentes se viven al último enfrentamiento entre ambos equipos. Hace seis meses América llegaba desahuciado, pidiendo que el torneo se terminara y pensando en la reestructuración, mientras que Cruz Azul, ya calificado, sólo buscaba mejorar su posición en la Tabla General y llegar de la mejor manera a la Fiesta Grande.

Los papeles simplemente se han cambiado. Las Águilas de Miguel Herrera tienen el boleto a la Liguilla en la bolsa, también el estar ante los mejores cuatro del torneo y jugarán ante Cruz Azul buscando el liderato general y de paso matar cualquier esperanza celeste en el torneo mexicano, pues La Máquina necesita los tres puntos sí o sí para pensar en el título de Liga.

La historia también es algo que estará en juego el próximo domingo. Miguel Herrera se podría convertir en el primer estratega en los torneos cortos en ganar los tres Clásicos que disputa el América cada semestre, además de que las Águilas emularían lo hecho en el Verano 97 cuando lograron vencer a Pumas, Chivas y Cruz Azul en la misma competencia.


Por su parte, La Máquina de Enrique Meza tiene claro que los tres puntos son obligados si quieren estar entre los ocho mejores del campeonato y pelear por la corona, aunque también tienen claro que una derrota de Jaguares de Chiapas los calificaría directamente sin tener que jugar el último duelo de la fase regular.


Después de 16 partidos en los que Cruz Azul fue víctima de una paternidad azulcrema, hoy es el cuadro celeste quien tiene una racha de tres encuentros venciendo a las Águilas, por lo que se podría extender o terminar de forma tajante.

  • América tiene una racha de tres partidos sin vencer a Cruz Azul
  • Cruz Azul necesita el triunfo para pensar en la Fiesta Grande
 

Se termino el sueño de la orejona para los Merengues

El Bayern Múnich certificó en la tanda de penaltis la cura de humildad que ayer martes inició el Chelsea. Una cura de humildad para prensa y aficionados, que nos frotábamos las manos ante la posibilidad de vivir un partido histórico en la final de la Liga de Campeones. Nunca para Real Madrid y Barcelona, que en ningún momento minusvaloraron a sus rivales.
El Madrid ganó en su partido ante el Bayern por 2-1, pero sólo le bastó para forzar la prórroga y acto seguido caer eliminado en la lotería de los penaltis. Iker Casillas, vitoreado por el Santiago Bernabéu, estuvo a la altura de las expectativas al detener dos penaltis, pero su labor no fue suficiente ante los fallos de Cristiano —primer penalti que falla con el Madrid—, Kakà y Sergio Ramos.
Lo cierto es que, salvo en la prórroga, el Real Madrid nunca dominó el juego. Y con juego no me refiero a la posesión —que tampoco— sino a tener el control del partido, jugar a lo que él quisiera. A los diez minutos se vio con un 2-0 en el marcador, pero fue más fruto de la casualidad que de una salida fulgurante, de un asedio. Un 2-0 con ambos goles de Cristiano Ronaldo que encarrilaba la eliminatoria, pero que no alteró un ápice las intenciones del conjunto bávaro.
El Madrid parecía partido, completamente sobrepasado en la lucha por el centro del campo. Kroos dirigía el juego a su antojo, y las continuas subidas de Alaba por la izquierda y Lahm por la derecha convertían cada ataque alemán en una acción de superioridad. Siempre había algún jugador del Bayern desmarcado, debido no sólo a la superioridad en el centro sino a desajustes defensivos en el Madrid. Desajustes provocados principalmente por Marcelo, notable en el ataque —aunque se está acostumbrando demasiado a subir conduciendo y nunca desdoblándose—, impecable en el uno contra uno ante Robben, pero con graves lagunas defensivas provocadas principalmente por su actitud y falta de atención. Sirva de ejemplo la oportunidad de Robben al poco de iniciarse el encuentro, ganándole la espalda al lateral brasileño y rematando sólo en el área pequeña. O la acción del penalti de Pepe —a pesar de esta acción, excepcional eliminatoria del central portugués—, en la que el Bayern aprovecha un agujero en su banda para colgar un centro a placer. Es una de las razones por las que en líneas generales Mourinho prefiere a Coentrao: conforma una línea defensiva junto a sus compañeros en la zaga más rígida y colectiva que con Marcelo.
El aspecto físico es otro punto donde el Madrid se ha encontrado totalmente superado. No es de extrañar, teniendo en cuenta que tres días antes tuvo que jugar un partido de la misma trascendencia. La tensión del clásico del pasado sábado pasa factura tanto física como mentalmente, y al igual que al Barça no se le veía fino ante el Chelsea, al Madrid se le veía agotado a los 10 minutos de la segunda parte. Por eso, no creo que la intención del Real Madrid fuera otorgarle el dominio del esférico al Bayern. Simplemente creo que no ha tenido la capacidad de arrebatárselo hasta que las fuerzas se han igualado en la prórroga y los de Mourinho han pasado a dominar el juego, hasta el punto de incluso tener alguna que otra oportunidad de hacer gol.
¿Deben saltar las alarmas? No. Aunque el Madrid ya está logrando títulos, sigue siendo un equipo joven, en construcción y continuo aprendizaje. Que es evidente que todavía tiene puntos débiles que deben corregirse, pero que ya es capaz de luchar por los tres títulos cada temporada. Y aunque ahora muchos dedos señalarán a Mourinho, puede que algunos con razón en lo que respecta a esta eliminatoria, él es el máximo responsable de la competitividad de este equipo. Se ha perdido una gran oportunidad de levantar la Décima, pero no será la última del Madrid de Mourinho.

El Chelsea hizo lo que tenia que hacer.

La venganza se gestó. La réplica al Iniestazo llegó de una forma tan violenta como inusual. El Chelsea llegó a Barcelona en avión pero sobre el césped puso el autobús. El equipo de Roberto Di Matteo logró una clasificación para la final tan rácana, tan poco atractiva y tan efectiva directamente proporcional a la épica, la hazaña y la heroicidad que demostraron en el césped del Camp Nou los guerreros ingleses, que se quedaron con diez jugadores en la primera parte y lograron marcar dos goles.
El Chelsea puso las cartas sobre la mesa en Londres, donde vio como el alud de ocasiones que generó su rival se toparon una y otra vez con el muro defensivo blue. Sacó petróleo en casa y no ocultó que a domicilio la táctica sería la misma. A diferencia del Barça, que se jugaba la Liga contra el Madrid, el entrenador italiano pudo dar descanso a muchos de sus titulares el pasado fin de semana ante el Arsenal. Con los mismos once que ganaron en Stamford Bridge se plantaron en el Estadi.
De nuevo, la estrategia era la misma: ver venir el aluvión de ocasiones barcelonistas con un chubasquero prácticamente impermeable al constante goteo de fútbol del Barça y a la mínima, buscar una contra mortal que noqueara el ánimo local. Y a pesar de que encajó dos goles en el primer tiempo, y pese al juego sucio de Terry en una entrada tan fea como merecidamente castigada, Ramires fue capaz de encontrar la grieta en un ataque ocasional que terminó en gol, el tanto psicológico del alargue.
Como en Londres, cuando Drogba marcó de forma decisiva con el tiempo cumplido del primer acto, el Chelsea repitió la historia justo en el momento en el que el barcelonismo veía culminada la remontada. Seguramente si Guardiola hubiese optado por defender el resultado, el marcador hubiese sido otro. Pero se negó a echarse a atrás y sus jugadores siguieron atacando, dejando huecos en la zaga; como evidenció el del segundo gol inglés, cuando a la desesperada los blaugrana reclamaban justicia.
Di Matteo y los suyos se veían con el agua el cuello, aguantando el tirón: tal y como hicieron en la ida. La elegida era la única manera de superar al adversario, no le quedaba otra. El travesaño, el palo y Cech se alinearon en favor del Chelsea que, con un futbolista menos casi una hora, sentenció gracias al gol de Fernando Torres, otra vez en el descuento, que acabó de tumbar al vigente campeón de Europa. La fórmula resultadista y efectivista triunfó en detrimento del libro de estilo barcelonista.
Ahora, el Chelsea, espera rival mientras se frota los ojos. Lo suyo es una hazaña en toda regla. Se disfrazó de pequeño para convertirse en grande. Lo lleva soñando desde que Abramovich se hizo con el club, en 2003. Eso sí, en la final, contra Real Madrid o Bayern, Di Matteo —un técnico de paso que puede hacer historia— no podrá contar con cuatro de los titulares en el Camp Nou, imprescindibles en su esquema: Terry, Ramires, Meireles e Ivanovic, todos por sanción. En juego, su primera Champions.

Leo Messi fue vencido por sus propias desiciones


Barcelona 2 2 Chelsea - Champions League 2012... por AndySanLorenzoTV

El FC Barcelona no ha podido cambiar un guión que tendía hacia lo dramático desde hace una semana y que el sábado ya tomó tintes trágicos. Otra vez, como hace seis días, se ha vuelto a quedar a unos pocos centímetros de darle la vuelta a la eliminatoria. Y peor aún, lo tuvo en las manos, dos veces, una real, otra virtual, y en ambas ocasiones fue incapaz de rematar la conquista.
Di Matteo escogió a los mismos once soldados que habían vencido en Stamford Bridge y el Chelsea FC hizo justo lo que se esperaba de él. Defender con diez hombres y utilizar a Didier Drogba como faro y lanzadera. Pep Guardiola, por su parte, cambió el guion: eligió un 3-4-3 sin Alves, del que prescindió en su rol de extremo, minimizado ante el uno para dos que se le presenta con estrategias como la de los blues. Volvió Piqué, perfecto en su misión de arrancar rompiendo líneas hasta que tuvo que dejar el campo tras quedar sembrado en el césped en un choque con Valdés.
La película arrancó con los dos equipos totalmente metidos en su papel desde el primer minuto. El Barça fue tomándole el ritmo al asedio poco a poco, metiendo cada vez más aceleraciones y balones interiores, aunque sólo hizo un único tiro entre los tres palos en media hora. Hasta que al fin alguien encontró un desequilibrio: Alves lanzó a Cuenca hasta la cocina y el pase de la muerte lo embocó a puerta Busquets, un protagonista inesperado haciendo aparición en el momento adecuado. Y de repente, todo se puso de cara al Barça.
Sólo un minuto después del gol, Terry se fue a la calle por una cobarde e infantil agresión a Alexis Sánchez. El Camp Nou entró en erupción y el Chelsea, huérfano, tembló, se resquebrajó y volvió a besar la lona con el tanto de Iniesta a pase de Messi. Dos a cero, contra diez hombres y el descanso a sólo unos segundos. Pero ocurrió otra vez. Igual que en Stamford Bridge, un terrible error condenó al Barça. Mascherano se excedió intentando adelantarse a Lampard en una salida absurda, no recuperó la pelota, perdió la posición y dejó una brecha por la que el inglés mandó a Ramires a meter un auténtico golazo de vaselina. Una vez más, en el descuento del primer tiempo. Cómo cambian las cosas de irse al vestuario clasificado a llegar eliminado...
A pesar de todo, sólo un par de minutos tras la reanudación, cuando los que rezan aún no habían terminado sus plegarias, el Barça dispuso de una ocasión inmejorable para volver a ponerse en ventaja gracias a un dudoso penalti sobre Cesc, de esos que en Champions te pueden conceder en casa pero nunca como visitante. Pero Lionel Messi, el héroe de las mil hazañas, el niño idolatrado como un semidiós, volvió a sufrir la incomprensible fatalidad de esos inabarcables centímetros. Su lanzamiento se estrelló en el larguero y con él volaron buena parte de las esperanzas culés.
El Barça acusó el golpe, Messi especialmente, y le tomó su tiempo despertar y recuperar el ritmo. Capitalizó el control de la pelota, intentó no perder los nervios, moverse de un flanco a otro, estirando el campo, entrando por dentro y por fuera, pero en la media hora siguiente apenas logró rematar con peligro una vez, un disparo de Cuenca que sacó Cech, nuevamente providencial. En los quince últimos minutos el asedio fue total, con Keita en el campo a lo Alexanco. Messi, aun sufriendo una verdadera hemorragia emocional, no se fue a lamerse las heridas a ningún lado. Pidió el balón una y otra vez, lo intentó de todos los modos posibles y, como si las parcas aún quisieran divertirse un poco más aumentando su sufrimiento, en una ocasión que se forjó por sus propios medios, el balón volvió a ser repelido por el poste.
Y cuando los 180 minutos de la eliminatoria ya expiraban, cuarenta y siete disparos blaugranas después, trece de ellos entre los tres palos, cuatro estrellados en la madera, el que acabó encontrando el gol fue el Chelsea, gracias a un mano a mano ante Valdés que no desaprovechó Torres. El minuto final sirvió para que el Camp Nou hiciera una inequívoca declaración: dejaron perfectamente claro que, pese a los dos dolorosos golpes sufridos en apenas tres días, están a muerte con este equipo y, más concretamente, con el estilo de juego y la filosofía futbolística desarrollada en los últimos años. Una afición a la que siempre se acusa de frialdad demostró en esta aciaga ocasión una gran madurez.
El Pep Team no ganará ni la Liga ni la Champions de 2012. Dentro de poco sabremos si estamos ante el fin de una era o si a esta magna obra aún le queda un último capítulo, el del intento de recuperación del trono perdido. Todo dependerá de la decisión de Guardiola. Lo que queda de curso futbolístico debe servir para recuperar el ánimo y la confianza con los que competir lo mejor posible con la final de la Copa del Rey contra el Athletic Club como horizonte final.

Los 5 puntos del Clásico Barcelona vs Real Madrid

» Irreconocible Barcelona con el balón

Sin tener la estadística, no creo que el Barça de Guardiola haya perdido tantos balones nunca como los que perdió el pasado sábado. La construcción de juego culé fue una continua sangría de errores, en parte no provocados, en parte gracias a la presión madridista. Nunca le ha costado tanto al Barça enlazar todas sus líneas.

» Guardiola no dio con la tecla

Pocas veces se le puede criticar algo a Pep Guardiola, pero no está prohibido hacerlo. En esta ocasión, Guardiola no tuvo el acierto planteando el partido al que nos tiene acostumbrados y además tardó en reaccionar desde el banquillo. Hacía mucho que el Madrid no jugaba tan cómodamente ante el Barça, porque aunque la posesión fue culé, se jugó como el conjunto merengue quiso. No obstante, el mundo sigue.

» Messi, voluntad sin resultados

En el probablemente partido más gris de Messi ante el Madrid, el argentino fue lo más destacado de su equipo. Voluntarioso, pero poco efectivo. El crack mundial se alejó demasiado del área para ayudar en la construcción, facilitando la vida a Ramos y Pepe. No obstante, creó las jugadas de más peligro, incluída la del gol de Alexis.

La reválida de los secundarios »

Igual que les llueven los palos cuando las cosas no salen bien, en esta ocasión hay que reconocerles su gran actuación. Los actores secundarios madridistas tienen buena parte de culpa de la victoria. Hablo concretamente de Arbeloa, Coentrao y Khedira. El primero, ganando carreras a Tello una y otra vez. El segundo, tan injustamente criticado en los últimos días, fue un muro impenetrable para Alves. Y Khedira, autor del gol que encarriló el encuentro, un prodigio físico en las ayudas además de ser la sombra de Iniesta. 

» Cristiano Ronaldo, para los que dudaban

Eternamente discutido en las grandes citas, especialmente las que le enfrentaban con el Barça. Lo cierto es que si no me fallan las cuentas, en el último año ha marcado 6 o 7 goles en la portería blaugrana. Lo que esto demuestra es que en las malas tardes Cristiano no se escondía, simplemente no le llegaban las oportunidades de brillar. El pasado sábado, culminó perfectamente las pocas intervenciones de las que dispuso, y colocó la guinda a su portentosa actuación en esta Liga con su gol número 42. El de la victoria en el feudo rival, el que sentencia el campeonato.

El mundo sigue

El Barcelona recobró el sábado la amarga sensación de dejar escapar un título. Hace tan solo un mes la Liga estaba a 10 puntos y parecía una utopía conquistarla. Pero después de nadar y nadar el Real Madrid le ahogó en la orilla. Una K.O. que no entraba en los planes de los más optimistas. Me atrevería a decir que ni de los pesimistas. Los tres puntos del Camp Nou se daban por sumados —no por el club, sí por la prensa y la mayoría de aficionados—, pero se escaparon de la forma más dolorosa.
Jugar contra el líder es lo que tiene. Los blancos demostraron más empaque que su rival blaugrana y terminaron conquistando el territorio enemigo con un botín que vale su peso en oro: la Liga. Los de José Mourinho pondrán fin a la hegemonía culé, que duraba tres cursos. Pero que los árboles no impidan que veamos el bosque. Porque es verdad que el Barça dejó escapar una oportunidad de oro, pero ante sí tiene la oportunidad de resarcirse en menos de dos días. Y de qué manera.
Hay algunos que, efectivamente, aprovechan el desliz del Clásico para hablar de fin de ciclo culé. Es ese as en la manga que manejan ciertos periodistas barra forofos para desacreditar al archienemigo: hace un año, cuando la Copa acabó en las vitrinas del museo blanco, surgió esa tesis tan manida. No obstante, el tiempo volvió a dejar en evidencia que un título blanco, como uno blaugrana, no está reñido con un fiasco blanco, como otro de blaugrana. Que uno gane no implica que el otro fracase.
No comparto, ni mucho menos, ese cacareado fin de ciclo. Una escuadra con estilo propio que es capaz de llegar a final de temporada peleando por el título hasta un duelo directo, que está clasificado por quinta vez consecutiva para las semifinales de la Champions League y que ha alcanzado la final de la Copa del Rey dudo que esté dando sus últimos coletazos como equipo. Un fin de ciclo no se mide por una derrota, sino por una serie de malos resultados o tendencias negativas generalizadas.
Veo un Real Madrid que está recogiendo los frutos que Mourinho sembró a su llegada. Y veo que puede seguir creciendo si se le propone. Pero su crecimiento no lo percibo con un presunto bajón del Barça. Ha logrado llegar a donde está a pesar de las lesiones de algunos de sus futbolistas clave, con una plantilla muy justa en cuanto a número de efectivos que le ha obligado a tirar de la cantera, que sigue funcionando a las mil maravillas cuando de dar el salto se trata.
Es por ello que si bien en la Liga no se han hecho las cosas tan bien como para merecerla, lo cierto es que hoy, ante el Chelsea, tuvo la posibilidad de resarcirse, eliminado tampoco se acaba el ciclo, 13 de 17 títulos avalan su folosofía y la clave seguirá siendo luchar por todo hasta el final. Aún queda la Copa, y no me quiero imaginar el argumento de ciertos personajes si los culés acaban logrando el doblete. En fin, que el mundo sigue.

domingo, 8 de abril de 2012

Los murciélagos le sacaron la sangre.

El Real Madrid no pasó del empate contra el Valencia, que resucitó la Liga en el Bernabéu (0-0). Los blancos se dejaron dos puntos, otra vez en casa, y ahora la diferencia con respecto al Barcelona es sólo de cuatro. Cómo se pone esto. El partido, monumental, tuvo de todo menos goles. Hubo alternativas, palos, ocasiones claras, intervenciones magníficas de los porteros y un Valencia que oscureció a un Real Madrid al que los murciélagos le sacaron la sangre.

Emilio Butragueño, director de Relaciones Institucionales del Real Madrid, consideró que los jugadores de Jose Mourinho habían estado "un poquito ansiosos" en los últimos metros, lo que pudo influir en el 0-0 contra el Valencia que reduce a cuatro puntos la ventaja sobre el Barcelona.

Un planteamiento brillante de Unai Emery frenó en seco el camino del Real Madrid hacia el título, rebajó su pegada amparado en un acertado portero, Vicente Guaita, y desató la ansiedad del equipo de José Mourinho, acelerado al sentir la presión del Barcelona, que se sitúa a cuatro puntos.

Empiezan las finales. Aumenta la presión. Las piernas comienzan a pesar y cada triunfo tiene su peso en la lucha por los objetivos. Primero y tercero de la Liga se enfrentaban en el Santiago Bernabéu en uno de esos duelos señalados como decisivos en el camino madridista al título. Se notó un exceso de presión.
Y eso que el Valencia cambió su identidad buscando puntuar en el Bernabéu. Es la realidad de la Liga. La triste realidad de 30 puntos de diferencia entre ambos. Real Madrid y Barcelona están en otro mundo. El resto juega otra competición en la que el equipo valencianista es el primero. Después de tres jornadas sin ganar necesitaba puntuar y a Unai Emery no le tembló el pulso.
Se enfrentó al sector crítico del valencianismo con un equipo que sentaba a su goleador, Roberto Soldado, renunciaba a la llegada de Jonas y la fuerza en bandas de Pablo Hernández y Mathieu. Salía a tapar espacios de un rival que te destroza en oleadas. El Real Madrid recuperaba a Sami Khedira, pero perdía el ritmo que da al juego Esteban Granero. Su centro del campo no existió.
Los de Mourinho crean ocasiones por inercia, hasta en días donde la brillantez general se rebaja y solo se acerca a ella la privilegiada visión de Özil. Emery logró rebajar el vendaval de ideas ofensivas del Real Madrid pero corrió el riesgo de que una de las ocasiones de Cristiano tirase por tierra su planteamiento.
El duelo con Leo Messi engrandece la Liga y hace aún mejor a Cristiano. Tras el doblete del argentino y con la presión del Barcelona a tres puntos, Ronaldo salió con la portería en su mente. A los cuatro minutos disparaba cruzado. A los ocho soltó un latigazo al poste.
El Valencia, dirigido con templanza de un jugador que juega como un veterano, Dani Parejo, no renunció a llegar al área rival. Feghouli hizo daño entre líneas. Su disparo hizo volar a Casillas, que tuvo que salvar una de Piatti abajo. Fue lo poco que permitió Raúl Albiol. Serio y ovacionado por su afición. Sale con la cabeza alta de dos duelos decisivos, en Pamplona y ante el Valencia.
Se mascaba la tensión del partido. Özil inventaba jugabas que cobraban importancia cuando conectaba con Benzema. Cristiano perdonó en carrera con un derechazo a Guatia y de cabeza a pase de Higuaín tras un balón en largo de Pepe cuando los medio centros no aparecían.
A los 25 minutos Marcelo despejó al centro un balón muerto tras saque de esquina, el disparo de Tino Costa con potencia lo sacó Iker y el rechace lo estrelló en la madera Ricardo Costa.
La disciplina del Valencia sacaba a relucir la distancia entre líneas del Real Madrid. Preocupaba a Mourinho, que veía como su equipo fallaba lo que no perdona en otras ocasiones. Özil se topaba con un defensa que sacaba bajo palos su disparo. El técnico reaccionaba al descanso.
El primer balón que tocó el extremo argentino dejó a Cristiano ante Guaita, que sacó una mano abajo decisiva. El Real Madrid atacaba desde todos los frentes pero le faltaba el gol de su líder. Vio como la ansiedad se comenzaba a apoderar del equipo. El nerviosismo representado en Pepe, que en una de sus idas de cabeza, pegó una patada desde el suelo a la rodilla de Arbeloa pensando que era Piatti el que le levantaba del césped.
El paso de los minutos y la personalidad del Valencia incrementaban el nerviosismo madridista. Tino Costa soltaba un latigazo de 35 metros que repelió el travesaño. Fortalecido por el centro, el conjunto valencianista empujó a su rival a explotar las bandas. El juego del Real Madrid se redujo a di María, tan brillante en unas acciones como locuaz en otras.
Cristiano perdonó lo que nunca. Lanzado, tras ganar la carrera a Víctor Ruiz, se tropezó. El partido ya no tenía pausa. Era un duelo a vida o muerte. Las contras del Valencia acababan con un disparo cruzado de Mathieu o una parada salvadora de Casillas a Jordi Alba.
El encuentro acabó en asedio. En él emergió la figura de Guaita, que tiene sentado a un portero del nivel de Diego Álves. Demostró las razones. Paradón a un disparo de di María lejano y a tres remates de Benzema. Esos partidos que antes el Real Madrid ganaba a la heroica, ahora se le atragantan y encienden una Liga más viva que nunca. El Barcelona está a cuatro puntos.

América y chivas se juegan el orgullo y algo mas

Una edición más del Clásico nacional está por jugarse, el mismo quedará marcado por los debuts de Miguel Herrera e Ignacio Ambriz en los banquillos de América y Chivas, respectivamente; además, algunos jugadores de ambas escuadras también se estarán estrenando en este cotejo.
Ambos clubes tienen su artillería lista, por un lado está Christian Benítez, que tiene como clientes a los tapatíos; mientras que por las Chivas, está Marco Fabián, quien está cerca de igualar la marca de Omar Bravo con más goles en un Clásico en torneos cortos.
La mesa está lista para que ambas escuadras salgan a lucirse a la cancha del Estadio Omnilife, a pesar de las constantes críticas que ésta se ha llevado por el pasto sintético; sin embargo, el anhelo de los fanáticos es que sus equipos brinden un buen espectáculo y que no defrauden como ha llegado a suceder.
Las Águilas y las Chivas no llegan en su mejor momento al encuentro, luego de que los dos equipos vienen de perder, así que esperan reencontrarse con la victoria, que les permita tomar un impulso hacia la recta final del campeonato.
Las apuestas están hechas, mientras que las camisetas de los seguidores están listas para presumirlas con orgullo; ahora, sólo esperan a que el balón comience a rodar para que su equipo se enfile hacia la gloria.