Al asegurar que México está “jodido” y que cuenta los días para volver a Europa, el “Vasco” dejó en claro que su regreso a la Selección Mexicana no tuvo que ver con rescatar el pasaporte del tricolor a la máxima justa balompédica del orbe, sino con una cifra económica que resultaba imposible de rechazar. Los millones de dólares ofrecidos lo llevaron a traicionar sus objetivos, esos que están lejos de suelo nacional, y a dirigir donde no se siente cómodo, donde piensa que no existe el potencial suficiente para estar entre los nueve mejores del orbe.
Para llevar una buena relación con los medios y el aficionado es necesario saber qué decir y qué no. De golpe y porrazo, Aguirre acaba de provocar aquello que tanto se le criticó a La Volpe durante su gestión: una ruptura interna y la molestia de un amplio sector del medio futbolístico nacional. Ya sea por una franqueza extrema o por boca floja, el ex timonel del Atlético de Madrid acaba de darles la razón a todos aquellos futbolistas que militan en el extranjero y que señalan no querer viajar a México por razones de tiempo, logística y hasta por falta de seguridad.
Al momento de escuchar las palabras de Javier, recordé con nostalgia todas aquellas declaraciones previas al compromiso eliminatorio ante El Salvador. El mismo técnico que hace meses declaraba que los mexicanos son una raza guerrera, que trabaja por su país y que están dispuestos a cualquier cosa con tal de conseguir la victoria, hoy se muestra egoísta, se va por el camino más fácil y anticipa su huida para irse a un lugar en el que todo es más tranquilo, en el que no hay que llegar a cambiar mucho más que los resultados personales.
Un auténtico guerrero asimilaría el reto de dirigir a la Selección de un país golpeado como una extraordinaria oportunidad para generar alegría y demostrar que no existen impedimentos para sobresalir a nivel mundial. Un guerrero no se daría por vencido antes de tiempo y acudiría a la batalla con la intención de ganar, sobre todo cuando sabe que su nación está urgida de triunfos. En cambio, un técnico con simples aspiraciones personales y que sólo ve por su conveniencia acepta dirigir convencido de que no se irá más allá de lo ya conseguido. Triste, pero Aguirre entra en esta categoría.
Que un mexicano exprese que desea irse del país no es novedad. Sin embargo, existen tiempos y formas. Javier no tomó en cuenta estos aspectos y dejó a muchos con ganas de mandarlo de inmediato a la Madre Patria. Lo que no se vale es dar a entender que sus expectativas no van más allá de los octavos de final. Da la sensación que se da por bien servido con el boleto al Mundial, lucha en la cual tuvo un éxito indiscutible, y que lo demás francamente le da lo mismo.
México está urgido de combatientes que sueñen con alcanzar grandes metas, que estén convencidos de su potencial. Duele haberse equivocado con Aguirre. Las realidades futuras parten de las aspiraciones. Difícil pensar en un quinto partido cuando Aguirre ve a los suyos como futbolistas que no pueden ir más allá de la medianía. La próxima vez que Javier quiera hacernos creer que posee un espíritu guerrero, sabremos que está mintiendo.
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