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domingo, 23 de agosto de 2009

Enojarse de gusto ....



Estamos tan acostumbrados a los sinsabores que ya se nos olvidó la manera de estar contentos. La euforia colectiva ha cobrado un aspecto muy extraño.

El 12 de agosto, después del triunfo ante Estados Unidos, Paseo de la Reforma se convirtió en una región no apta para gringos (o para quien tuviera la despistada ocurrencia de parecer un gringo). La multitud estuvo a punto de vejar a holandeses y güeros de rancho a los que confundió con estadounidenses.

El rival ya había sido ajusticiado en el Estadio Azteca, pero la gente aún necesitaba víctimas. Si el rencor es mucho, no se aplaca con dos goles.

El episodio fue inaudito porque la afición nacional ha sido una de las más entregadas y gozosas del planeta. Alguna vez escribí que si hubiera un Mundial de públicos, México llegaría a la final.

Acostumbrada a un futbol mediocre, la fanaticada ha hecho su propio juego en las tribunas. Las tortas que se llevan al estadio se preparan mejor que la selección. Las matracas, las trompetas donde vibra una sola nota apasionada, las sirenas, las pelucas tricolores, los pebeteros donde humea el copal, los penachos con plumas de pollería, las cananas abastecidas de chiles serranos, las máscaras de luchadores y la interminable capacidad de comer pepitas han conformado un colectivo único, de un romanticismo ajeno a todo recato, al que no le da vergüenza expresar su cariño y su ser en sí con la porra más abstrusa de Occidente: "¡Síquitibum-a-la-bim-bom-ba!".

Mil veces decepcionada, la afición mexicana colma las graderías para demostrar que la vida vale la pena bajo una nube de confeti. Poco importa que un sombrero de ala extragrande te tape la vista porque en la cancha nunca sucederá algo tan decisivo como el milagro de estar juntos.

Los estadios mexicanos son sedes de la contradicción donde el público hace más esfuerzo que los jugadores.

La "ola" se incorporó al futbol soccer gracias a nosotros. Ideal para llenar las pausas del futbol americano, la "ola" se convirtió en pasatiempo predilecto de una afición que debe entretenerse a sí misma porque los suyos no anotan lo suficiente.

Nunca olvidaré al argentino que me preguntó si era cierto que en México los hinchas de dos acérrimos rivales podían sentarse juntos sin asesinarse. Le respondí que así era y oí su enjundiosa respuesta: "¡Pero qué degenerados!".

La violencia no ha sido la característica esencial de una afición a la que le conviene resignarse. Los abucheos y las injurias de los estadios de Sudamérica nunca han alcanzado el mismo volumen en México.

Cuando íbamos a Ciudad Universitaria en los años sesenta, mi padre regañaba a los que le silbaban al equipo contrario: "¡Son nuestros invitados!", decía. No le hacían caso, pero lo veían con el respeto que se le confiere a un sacerdote de una religión desconocida. En una ocasión alguien le gritó que estaba loco y esto propició inesperadas adhesiones: la grada se levantó a aplaudir al equipo contrario. Como filósofo, mi padre se había asignado la módica tarea de cambiar el mundo. No le fue muy bien en ese empeño, pero un domingo, en el estadio de C.U., logró que los enemigos recibieran trato de invitados.

La hospitalidad ha caracterizado a un público anfitrión de dos Mundiales, que gasta pocas energías en odiar a los que tienen mejores chances.

En Argentina alguien es hincha de River. En México alguien le va al Atlante. La distinción resulta decisiva. El seguidor argentino es uno con su equipo y considera que influye en el resultado (ahí nació la definición del público como "jugador número 12"). El mexicano es un seguidor más distanciado. Por razones de supervivencia emocional no se ilusiona demasiado. Su selección ha perdido tantas veces que conviene gritarle: "¡Sí se puede!".

El futbol ofrece un espejo extremado de la sociedad. La guerra entre Honduras y El Salvador comenzó en un estadio, no con el fin de resolver el marcador, sino porque ahí cristalizaron tensiones históricas.

La conducta posterior al juego contra Estados Unidos revela la descomposición de nuestro ánimo. El gozo se asoció al ultraje. No bastaba estar de buen humor; la celebración tenía que ocurrir a costa de alguien. Esta actitud revanchista señala la transformación radical de un público que había tenido una capacidad de resignación bíblica.

La afición se ha podido sobreponer a la fractura de Onofre en vísperas de México 70, la eliminación en Haití, el ridículo en Argentina 78, el caso de los "cachirules" que impidió llegar a Italia 90, la exclusión de Cuauhtémoc Blanco en Alemania 2006, las infinitas veces en que jugamos como nunca y perdimos como siempre, pero no se ha podido sobreponer a la devastadora realidad que compartimos. La alegría ha dejado de ser una meta deseable y se ha convertido en la exigencia de algo más: "¡No te metas conmigo que estoy contento!".

Los triunfos deportivos compensan malestares de otras horas, pero no los resuelven. En un país roto, los goles producen una dicha iracunda. El desafío de México está fuera del estadio.

jueves, 20 de agosto de 2009

El Clásico Joven


Tienen que romper la mala racha

El partido de la semana se sigue calentando, mientras Cruz Azul logró una contundente victoria en Concachampions, las Águilas siguen en preparación y parece que empiezan a encontrar su mejor forma. ¿Logrará La Máquina Cementera cortar la mala racha que tiene contra América? ¿Jesús Ramírez descifrará el sistema de Enrique Meza?

Crisis universitaria


Los Pumas no han visto la suya en el Apertura

Los Pumas de la UNAM son el peor cuadro en lo que va de la competencia con cuatro derrotas en igual número de partidos. El campeón no contrato a nadie durante el receso y únicamente se deshizo de Juan Carlos Cacho, pero los jóvenes no han logrado responder, aunado a las fallas de algunos jugadores experimentados. ¿Cuál es el problema dentro del cuadro felino? ¿Qué ajustes debe hacer ‘Tuca’? ¿Cómo lograrán salir del bache?

Los ‘Gigantes’ de la Concacaf

México celebra la victoria

México refrendó su invulnerabilidad en el estadio Azteca, después de vencer a Estados Unidos, apenas a unos días de haberlos vencido a domicilio en la Copa de Oro. Ahora Aguirre y compañía deberán pensar en sacar puntos como visitantes en San José, Costa Rica. ¿Con estos resultados México recupera su estatus de ‘Gigante’ del área? ¿Es posible la victoria en Costa Rica? ¿México logrará su pase directo al Mundial? Participa con nosotros.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Como mejorar los records personales.

Tal vez no haya otro deporte en el que el resultado sea tan previsible y se sepa antes mismo de comenzar la competencia, como el running. Es que si uno se entrenó correctamente y a conciencia, seguramente podrá estimar con bastante precisión cómo y en qué tiempo finalizará una carrera.

Así, podemos dividir a los corredores en dos tipos o grupos:

1) aquellos que corren para vencer a los demás y
2) los que lo hacen para mejorar sus propios tiempos.

Los primeros son los que buscan un lugar en el podio, los que corren de una manera casi profesional si se quiere. Los restantes son los que compiten contra sí mismos, más precisamente, contra sus propias marcas y pueden ser ganadores sin vencer a nadie, y constituyen el grupo mayoritario de los que participan en todas las carreras. Y si bien estar conforme con una marca personal es muy bueno, lo ideal es no quedarse sólo con eso, pues esa marca, como todas las demás, fue establecida para batirla. Y eso es algo que sólo uno puede lograr. Para estos corredores, el premio real es mejorar su tiempo. Y la única forma de hacerlo es mediante un buen trabajo de entrenamiento, al que se agregarán propuestas tácticas y algunos tips que permitirán ir bajando segundos primero y luego minutos.

Algunos de estos tips son:

1) En la largada, ubicarse de manera tal que la cantidad de corredores que esté por delante no sea una barrera difícil de pasar. Es que en las carreras masivas se crea un tráfico denso e importante, que ocasiona una pérdida de tiempo importante si se busca mejorar una marca.
2) No correr como si se estuviera manejando un auto por la calle, o sea, sólo por la mano derecha y doblando prolijamente. No hay que olvidarse que el recorrido está medido por la parte de adentro y si uno decide seguir otra trayectoria estará agregando kilómetros y por ende más tiempo a la performance.
3) No se puede tener pensamientos negativos y esperar resultados positivos. Una mente positiva permitirá correr una mejor carrera.
4) Antes de planear cuán rápido vamos a correr una carrera, debemos ser lógicos y realistas respecto de nuestros objetivos y saber regular nuestra velocidad.
5) Una buena fórmula para calcular la velocidad es la siguiente: sumarle entre 17 y 20 segundos al tiempo que hacemos por kilómetro cuando la distancia de la carrera se duplica. Por ejemplo, si se pasa de correr una media maratón a una maratón, los corredores más rápidos y resistentes sumarán 17 segundos por kilómetro, mientras que los más conservadores deberán agregar unos 20 segundos.
6) No todos pueden correr rápido, pero sí todos pueden romper su propio récord personal. La mejor manera de hacerlo es ignorar a los otros corredores y concentrarse en el propio paso y la táctica de carrera.
7) Cada carrera son dos carreras de igual medida, pero en diferente contexto. Durante la primera mitad, que es la más fácil, se debe intentar guardar algo para la segunda parte; o sea, por más que se sientan energías para ir más rápido de lo planeado hay que saber que en la segunda parte se necesitará energía extra y que por eso hay que conservarla. La segunda mitad, en tanto, es realmente diferente; es durante esta que se comienza a sentir cansancio y dolor, y es cuando aparece la necesidad de hacer más lento el paso. Los malos resultados se obtienen por correr muy rápido cuando el corredor está fresco y muy lento cuando aparece el cansancio.
8) La primera mitad es la puesta a punto y la segunda mitad es cuando la perfomance toma lugar. Es en esta que cambia la lista de prioridades y durante la cual la técnica juega un rol importantísimo.