Que el fútbol no sea ya un deporte, sino un espectáculo, es ya suficientemente filosófico, y debería darnos que pensar. Pero incluso si nos fijamos en lo que sí es deporte, en ese fútbol que practican miles de niños, jóvenes y no tan jóvenes, también existe filosofía. Y no porque lo diga Valdano, aquel del que decían que hacía “filosofía” del fútbol, sólo porque utilizaba un vocabulario “preciosista”, por llamarlo de alguna manera. En el fútbol hay filosofía, porque hay “teoría”, mirada. Y allá donde hay mirada, aparece de inmediato la filosofía. Hay, desde luego, un fútbol “pitagórico”, basado en el orden geométrico dentro del campo. Y como sucedió en filosofía, parece haber también entrenadores platónicos, como Luxemburgo, convencido de que la “Idea” del fútbol consiste en mantener un sistema fijo e inmutable.
Hay, por tanto, idealismo futbolístico, con entrenadores empeñados en su sistema, pero también hay pragmatismo, fútbol jugado no en favor del sistema o de la “idea”, sino del resultado. Más idealismo, pero de otra índole, es el que destila nuestra selección: como quijotes, sufrimos en los partidos fáciles, y jugamos maravillosamente en los partidos que perdemos. Que suelen ser, por otro lado, los más importantes. Ahí está ese fútbol maquiavélico de los italianos, o el fútbol hobbesiano de los ingleses: defenderse y ganar. Nada más importa, a fin de cuentas. Una gran excepción de esta inspiración filosófica del fútbol es el alemán, a no ser que lo interpretemos de un modo nietzscheano. La contundencia y la dureza de su estilo puede recordarnos a algunos de los pásajes más críticos del pensador alemán. ¿Son sólo modos de jugar? ¿Representan también formas de vivir? ¿O son, incluso, formas de pensar?
“Fútbol es fútbol”, se dice, como queriendo dar un nuevo empuje al viejo principio de identidad aristotélico. “El fútbol es así”, una de las grandes tautologías, que quizás sirvan a los sabios del banquillo para deducir, al estilo de los axiomas de Hilbert, cómo debe jugar su equipo. Equipos en crisis de identidad, porque se encuentran, como el ser humano sartreano, en medio de una competición sin saber muy bien cómo deben jugar, cuál debe ser su estilo. Abandonados a la existencia de la competición y la feria mediática que la rodea, sin comprender bien qué es lo que deben hacer. Existencialismo, idealismo, pragmatismo… Y para muchos, no se trata más que de una estupidez en la que 22 millonarios corren como críos detrás de una pelota (se olvida esta “mirada” de que en los patios de colegio no hay millonarios…). Pero claro, esta sería la filosofía “materialista” del fútbol, otra forma de mirar y filosofar. Así somos los seres humanos. Introducimos ideas en todo lo que hacemos, y lo convertimos así en símbolos. Qué pena que casi todos vean fútbol. Sólo fútbol, cuando en realidad se trata de pensamiento.